miércoles, 24 de julio de 2013

AMADA ROSA Y SU CONVERSIÓN


«Me sentía inconforme, insatisfecha, sin rumbo, sumergida en satisfacciones pasajeras, pero siempre buscaba respuestas y el mundo jamás me las dio... Ahora vivo en paz, no me afana el mundo, disfruto cada momento que me ofrece el Señor. Voy a Misa y rezo el Santo Rosario diariamente… Me confieso con frecuencia ante un sacerdote»
«Me sentía inconforme, insatisfecha, sin rumbo, sumergida en satisfacciones pasajeras, pero siempre buscaba respuestas y el mundo jamás me las dio… Ahora vivo en paz, no me afana el mundo, disfruto cada momento que me ofrece el Señor. Voy a Misa y rezo el Santo Rosario diariamente y me confieso con frecuencia ante un sacerdote»

La colombiana Amada Rosa Pérez, quien fue protagonista de la telenovela La Costeña y El Cachaco (2003), se considera “101 por ciento católica”. Hoy está vestida completamente de blanco, la ropa que lleva puesta oculta el cuerpo perfecto que antes lució como modelo en catálogos y comerciales. Ya no le interesan ni las cámaras ni las pasarelas. Sólo “Él”.
Sin embargo, su conciencia religiosa no es reciente. Cuando era una niña sus padres fueron muy estrictos en su educación, le enseñaron valores morales y católicos muy sólidos como la virginidad y el matrimonio, pero al entrar en el mundo de la moda toda aquella formación pareció esfumarse.
“La frivolidad que se vive en las pasarelas y los medios me convirtieron en alguien que los demás admiraban pero que ni yo conocía”.
Nunca buscó ser modelo. La oportunidad le llegó por casualidad cuando tenía 18 años. Había dejado Corozal (su pueblo natal) y estaba radicada en Cartagena donde estudiaba administración de empresas turísticas. Una tarde, mientras hacía ejercicio en un gimnasio, un cazatalentos se quedó impresionado del gran parecido que tenía con la top model alemana Claudia Schiffer y le ofreció entrar en una agencia. Aceptó porque le pareció divertido y pronto apareció en catálogos de ropa interior y vestidos de baño. Se convirtió en una de las mujeres más deseadas del país. Ganó dinero y fama. Dejó sus estudios y los planes que se había trazado desde pequeña.
“Perdí mi virginidad apenas empecé a modelar. Los hombres solo me buscaban para acostarse conmigo. Me sentía usada, sucia”.
Y en su alma había un gran vacío, confiesa. Para evadirlo se obsesionó aún más por su cuerpo, pero fue peor. Dice que se volvió frívola, vengativa, intolerante y su inconformidad creció.
Poco tiempo después le llegó una oferta de trabajo del exterior. Era la oportunidad que esperaba para comenzar una nueva vida. Se mudó a Miami —vivía en un hermoso departamento con vista a la playa— para cumplir con una serie de obligaciones laborales en Estados Unidos y Europa. Hizo más catálogos de ropa interior. Viajó por el mundo. Ganaba muy bien. Pero no tenía amigas. Las modelos llevaban una rutina que no le interesaba.
“Ellas se drogaban y se prostituían y a mí nunca me gustó. Me la pasaba sola y en esos momentos recordaba las enseñanzas de mis padres. Escuchaba sus voces que me advertían que no iba por el camino correcto”.
Regresó a Colombia ansiosa de hallar su destino. Empezó a protagonizar La Costeña y El Cachaco, pensando que así terminaría su tristeza. No fue así. A los pocos meses comenzó a sentir un vacío aún más grande. Entonces concluyó que sólo el matrimonio podría darle la estabilidad que necesitaba.
“Siempre soñé con casarme de blanco ante un sacerdote, pero mi novio de entonces no quería compromisos por la Iglesia y decidimos irnos a vivir en unión libre. Ese fue un gran error”.
En aquella relación no encontró el refugio y el equilibrio que buscaba, pero lo peor llegó cuando optó por abortar. Creía que un niño pondría fin a su carrera y su relación, ya que su pareja no quería ser papá. Una vez que lo perdió empezaron los remordimientos y aquello la terminó de hundir.
“No podía dormir, lloraba muchísimo, escuchaba llantos de bebés, soñaba con niños malheridos. Estaba tan deprimida que varias veces pensé en lo peor”.
Empezó a ir a sicólogos, siquiatras, brujos y adivinos, se leyó el tarot, el tabaco y el café, pero nada le mostró la salida al infierno en el que había convertido su vida. “Mientras más me alejaba del Evangelio, todo se volvía más negativo para mí”.
Una noche de insomnio, en medio de la desesperación y el dolor, Amada Rosa decidió rezar el Santo Rosario y empezó a revivir su fe. “Con cada oración sentía como si me estuviesen inyectando paz y amor. La Virgen me estaba abrigando con su manto”. Había encontrado el sosiego que tanto necesitaba. Se puso a orar todas las noches, a leer la Biblia y a ir a Misa los Domingos.

ARP - Rosario 1
“Aquél acercamiento despertó mi conciencia, me quitó la ceguera espiritual en la que había estado por años y me llenó de fortaleza para tomar las decisiones radicales que me permitieron orientar mi vida al Señor”.
Inmediatamente abandonó la televisión y el modelaje:
“Entendí que con mi trabajo estaba influenciando negativamente a los otros. Incitaba al adulterio, a la prostitución, a la violencia intrafamiliar, al sexo, a la bulimia y a la anorexia”.
Empezó a ser coherente con la fe y a llevar una vida sacramental.
“Terminé con mi pareja y me juré que no tendría más relaciones sexuales sin antes haberme casado”.
Con los ojos llenos de lágrimas por la emoción que le causa narrar su testimonio, interrumpió por instantes la conversación.
Ahora pasa sus días nutriéndose de la palabra de Dios a través de lecturas y videos y utiliza sus talentos para dar buen ejemplo y enmendar sus errores. “Si el Señor me sacó del mal camino es mi deber trabajar para Él”. Trata de llevar su mensaje a los jóvenes en colegios y universidades. Es activista en contra del aborto y con su mamá tiene una fundación para ayudar a los niños en estado de extrema pobreza.
Siente que es la misma Amada Rosa de siempre, pero con los pies en tierra y la mirada en el cielo. No le afana el mundo y vive cada día con la sencillez y dulzura de una niña.
 
amada pies en tierra mirada al cielo
“Voy a Misa y rezo el Santo Rosario todos los días. Lo primero que hago en las mañanas es arrodillarme y darle gracias a Dios por un nuevo amanecer…”.
Cuando le preguntan por su nueva vida, no duda en decir que se dedica a actuar para Jesucristo, desfilando por la pasarela hacia la santidad, revestida del manto de la Virgen y con su joya más preciosa: el Santo Rosario.
Amada Rosa no ha dejado de ser modelo, pero ahora su perspectiva es muy distinta:
“Ser modelo significa ser un punto de referencia, alguien cuyas actitudes son dignas de reproducir y yo me cansé de ser una modelo de superficialidad. Me cansé de un mundo de mentiras, apariencias, falsedad, hipocresía y engaños, una sociedad llena de antivalores, en la que se resalta la violencia, el adulterio, la droga, el alcohol, las peleas, un mundo que exalta las riquezas, los placeres, la inmoralidad sexual y el fraude. Quiero ser modelo de promoción de la verdadera dignidad de la mujer y no de su utilización comercial”.

DIOS LOS BENDIGA