viernes, 9 de agosto de 2013

EL MAL +1

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¿Cómo puede un Dios bueno permitir el mal?
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Por: Rick Rood 


Introducción
John Stott ha dicho que "el hecho del sufrimiento indudablemente constituye el desafío individual más grande a la fe cristiana." Es incuestionablemente cierto que no hay un obstáculo mayor a la fe que el de la realidad del mal y del sufrimiento en el mundo. Por cierto, aun para el cristiano creyente, no hay una prueba mayor de la fe que ésta - que el Dios que lo ama le permita sufrir, a veces en formas intolerables. Y la desilusión se ve intensificada en nuestro tiempo cuando las expectativas irreales de salud y de prosperidad son alimentadas por las enseñanzas de una multitud de maestros cristianos. ¿Por qué permite un buen Dios que sus criaturas, y aun sus hijos, sufran?
Primeramente, es importante distinguir entre dos tipos de mal: el mal moral y el mal natural. El mal moral es el resultado de las acciones de criaturas libres. El asesinato, la violación y el robo son ejemplos de esto. El mal natural es el resultado de procesos naturales tales como terremotos e inundaciones. Por supuesto, a veces ambos tipos se encuentran entremezclados, como cuando una inundación da como resultado la pérdida de vidas humanas debido a una mala planificación o a la construcción defectuosa de edificios.
Es importante también identificar dos aspectos del problema del mal y del sufrimiento. Primero, está el aspecto filosófico o apologético. Este es el problema del mal enfocado desde el punto de vista del escéptico que desafía la posibilidad o la probabilidad de que exista un Dios que permita tal sufrimiento. Al enfrentarnos a este desafío apologético debemos utilizar las herramientas de la razón y la evidencia para "dar razón de la esperanza que hay en nosotros."(1 Pedro 3:15)
En segundo lugar, está el aspecto religioso o emocional del problema del mal. Este es el problema del mal enfocado desde la perspectiva del creyente cuya fe en Dios está siendo aquilatada severamente mediante una prueba. ¿Cómo podemos amar y adorar a Dios cuando Él permite que suframos en estas formas? Al enfrentar el desafío religioso/moral, debemos apelar a la verdad revelada por Dios en las Escrituras. Abordaremos ambos aspectos del problema del mal en este ensayo.
Es útil también distinguir entre dos tipos del aspecto filosófico o apologético del problema del mal. El primero, es el desafío lógico a la creencia en Dios. Este desafío dice que es irracional y, por lo tanto, imposible creer en la existencia de un Dios bueno y poderoso en base a la existencia del mal en el mundo. El desafío lógico es planteado usualmente en forma de una declaración del siguiente tipo:
  1. Un Dios bueno destruiría el mal.
  2. Un Dios todopoderoso podría destruir el mal.
  3. El mal no está siendo destruido.
  4. Por lo tanto, es imposible que exista tal Dios bueno y poderoso.
Es lógicamente imposible creer que tanto el mal como un Dios bueno y poderoso existan en la misma realidad, porque tal Dios ciertamente podría destruir el mal, y lo haría.
Por otro lado, el desafío de la evidencia arguye que, si bien puede ser racionalmente posible creer que tal Dios existe, es altamente improbable o inverosímil que exista. Tenemos evidencia de tanto mal que aparentemente no tiene ningún propósito y de una intensidad tan horrorosa. ¿Por qué razón válida un Dios bueno y poderoso permitiría la cantidad y el tipo de males que vemos alrededor nuestro?
Estos temas son de una naturaleza extremadamente importante - no sólo al tratar de defender nuestra creencia en Dios, sino también al vivir nuestras vidas cristianas.
El problema lógico del mal
Hemos señalado que hay dos aspectos del problema del mal: el aspecto filosófico o apologético y el religioso o emocional. Señalamos también que dentro del aspecto filosófico hay dos tipos de desafíos a la creencia en Dios: el lógico y el de la evidencia.
David Hume, el filósofo del siglo dieciocho, expresó el problema lógico del mal cuando preguntó acerca de Dios, "¿Está Él dispuesto a impedir el mal, pero no puede? Entonces es impotente. ¿Puede hacerlo pero no está dispuesto? Entonces es maligno. ¿Está a la vez dispuesto a hacerlo y puede hacerlo? ¿Dónde está el mal?" (Craig, 80). Cuando el escéptico desafía la creencia en Dios en base al problema lógico del mal, está sugiriendo que es irracional o imposible lógicamente creer en la existencia simultánea de un Dios bueno y poderoso y en la realidad del mal y del sufrimiento. Sería imposible que tal Dios permitiera que existiera el mal.
La clave para la resolución de este conflicto aparente está en reconocer que cuando decimos que Dios es todopoderoso no estamos sugiriendo que Él sea capaz de hacer cualquier cosa imaginable. Es cierto, las Escrituras declaran que "para Dios todo es posible (Mt 19:26). Pero las Escrituras también dicen que hay algunas cosas que Dios no puede hacer. Por ejemplo, Dios no puede mentir (Tito 1:2). Tampoco puede ser tentado por el pecado, ni puede tentar a otros para que pequen (Stg 1:13). En otras palabras, Él no puede hacer nada que esté "fuera de carácter" para un Dios justo. Tampoco puede hacer nada que esté fuera de carácter para un ser racional en un mundo racional. Ciertamente, ni aun Dios puede "deshacer el pasado," o crear un triángulo cuadrado, o hacer que lo falso sea verdadero. Él no puede hacer lo que es irracional o absurdo.
Y es en base a esto que llegamos a la conclusión que Dios no podría eliminar el mal sin hacer que fuera simultáneamente imposible lograr otros objetivos que son importantes para Él. Ciertamente, para que Dios pudiera crear seres en su misma imagen, que fueran capaces de mantener una relación personal con El, deberían ser seres capaces de amarlo libremente y de seguir Su voluntad sin compulsión. El amor o la obediencia con cualquier otra base no serían amor u obediencia, sino simple acatamiento. Pero las criaturas que son libres para amar a Dios también deben ser libres para odiarlo o ignorarlo. Las criaturas que son libres para seguir Su voluntad también deben ser libres para rechazarla. Y cuando las personas actúan en formas que están fuera de la voluntad de Dios, esto da como resultado último grandes males y sufrimiento. Esta línea de pensamiento se conoce como "la defensa de la libre voluntad" con relación al problema del mal.
Pero ¿qué podemos decir del mal natural - el mal que resulta de los procesos naturales tales como terremotos, inundaciones y enfermedades? Aquí, es importante reconocer primeramente que vivimos en un mundo caído, y que estamos sujetos a desastres naturales que no habrían ocurrido si el hombre no hubiera escogido rebelarse contra Dios. Aun así, es difícil imaginarnos cómo podríamos funcionar como criaturas libres en un mundo muy diferente del nuestro - un mundo en que los procesos naturales consistentes nos permiten predecir con alguna certeza las consecuencias de nuestras decisiones y acciones. Tome la ley de gravedad, por ejemplo. Este es un proceso natural sin el cual no podríamos funcionar como seres humanos y, sin embargo, en ciertas circunstancias es capaz también de provocar grandes daños.
Por cierto, Dios puede destruir el mal - pero no sin destruir la libertad humana, o un mundo en que puedan funcionar criaturas libres. Y la mayoría de las personas concuerda que esta línea de razonamiento contesta exitosamente el desafío del problema lógico del mal.
El problema de la evidencia del mal
Si bien la mayoría de las personas está de acuerdo en que un Dios bueno y poderoso es racionalmente posible, no obstante muchos arguyen que la existencia de tal Dios es improbable debido a la naturaleza del mal que vemos en el mundo que nos rodea. Concluyen que si existiera tal Dios es altamente improbable que pudiera permitir la cantidad y la intensidad del mal que vemos en nuestro mundo. Un mal que frecuentemente parece ser de una naturaleza tan absurda.
Esta objeción no debe ser tomada en forma liviana, porque es abundante la evidencia en nuestro mundo del mal de una naturaleza tan horrorosa que es difícil a veces comprender qué función podría cumplir. Con todo, si bien éste aspecto del problema del mal es difícil, una reflexión cuidadosa nos mostrará que hay respuestas razonables a este desafío.
Ciertamente es difícil para nosotros entender por qué Dios permitiría que ocurran ciertas cosas. Pero simplemente porque encontremos difícil imaginarnos qué razones podría tener Dios para permitirlas no significa que no existan tales razones. Es completamente posible que tales razones estén no sólo más allá de nuestro conocimiento actual sino también más allá de nuestra capacidad actual de comprender. Un niño no siempre comprende las razones que están detrás de todo lo que su padre le permite o no le permite hacer. Sería irreal que nosotros pretendiéramos entender todas las razones de Dios en las cosas que Él permite que sucedan. No entendemos plenamente muchas cosas del mundo en que vivimos - lo que está detrás de la fuerza de gravedad, por ejemplo, o la función exacta de las partículas subatómicas. Y, sin embargo, creemos en estas realidades físicas.
Más allá de esto, sin embargo, podemos sugerir posibles razones para que Dios permita algunos de los males horrorosos que ciertamente existen en nuestro mundo. Tal vez haya personas que nunca se darían cuenta de su dependencia total de Dios si no experimentaran el dolor intenso en la vida (Sal 119:71). Tal vez haya propósitos que Dios quiere lograr entre sus criaturas angélicas o demoníacas que requieren que sus criaturas humanas experimenten algunas de las cosas que sufrimos (Job 1-2). Podría ser que el sufrimiento que experimentamos en esta vida sea de alguna forma una preparación para nuestra existencia en la vida venidera (2 Cor 4:16-18). Aun fuera de la revelación de las Escrituras, todas estas son razones posibles detrás del permiso de Dios para el mal. Y, de todos modos, la mayoría de las personas está de acuerdo en que hay mucha más bondad en el mundo que maldad - por lo menos la suficiente bondad como para hacer que la vida valga la pena ser vivida.
Al responder al desafío a la creencia en Dios basado en la intensidad y la aparente falta de propósito de gran parte del mal en el mundo, debemos tener en cuenta también toda la evidencia positiva que apunta a Su existencia: la evidencia de diseño en la naturaleza, la evidencia histórica a favor de la confiabilidad de las Escrituras y de la resurrección de Jesucristo. A la luz de la totalidad de la evidencia, ciertamente no puede probarse que no haya suficientes razones para que Dios permita la cantidad de mal que vemos en el mundo... o aun que sea improbable que existan tales razones.
El problema religioso del mal - Parte I
Pero la existencia del mal y del sufrimiento en nuestro mundo plantea más que un problema meramente filosófico o apologético. Plantea también un problema religioso y emocional muy personal para la persona que está soportando una gran prueba. Si bien nuestra experiencia dolorosa puede no desafiar nuestra creencia en que Dios existe, lo que puede estar en riesgo es nuestra confianza en un Dios que podamos alabar y amar libremente y en cuyo amor podamos sentirnos seguros. Podemos hacer mucho daño cuando tratamos de ayudar a un hermano o hermana que está sufriendo, tratando solamente con los aspectos intelectuales de este problema, o cuando buscamos solaz para nosotros de esta forma. Mucho más importante que las respuestas acerca de la naturaleza de Dios es una revelación del amor de Dios - aun en medio de la prueba. Y, como hijos de Dios, no tiene la misma importancia lo que decimos acerca de Dios como lo que hacemos para manifestar su amor.
Primero, es evidente a partir de las Escrituras que cuando sufrimos no es antinatural experimentar el dolor emocional, ni es poco espiritual expresarlo. Es de destacarse, por ejemplo, que hay prácticamente la misma cantidad de salmos de lamentación como salmos de alabanza y agradecimiento, y estos dos sentimientos se encuentran mezclados en muchos lugares (cf. Sal 13, 88). Por cierto, el salmista nos alienta a "derramar nuestros corazones ante Dios" (Sal 62:8). Y, cuando lo hacemos, podemos estar seguros que Dios entiende nuestro dolor. Jesús mismo sintió agudamente el lado doloroso de la vida. Cuando Juan el Bautista fue decapitado se dice que "se retiró a un lugar desierto y apartado" obviamente acongojado por su pérdida (Mt. 14:13). Y cuando murió su amigo Lázaro, se registra que Jesús lloró abiertamente ante su tumba (Jn. 11:35). Aun cuando estaba comprometido a seguir la voluntad de su Padre hasta la cruz, confesó estar lleno de tristeza en el alma al contemplarla (Mt 26:38). Con razón Jesús fue llamado "varón de dolores, experimentado en quebranto" (Is 53:3); y nosotros seguimos en sus pasos cuando reconocemos sinceramente nuestro propio dolor.
Cruzamos la raya, sin embargo, de la pena al pecado cuando permitimos que nuestra congoja apague nuestra fe en Dios, o cuando seguimos el consejo que le ofreció la esposa a Job cuando le dijo que "maldijera a Dios y se muriera" (2:9b).
En segundo lugar, cuando sufrimos deberíamos obtener alguna consolación de la reflexión sobre las Escrituras que nos aseguran que Dios conoce y se preocupa por nuestra situación, y promete estar con nosotros para consolarnos y sostenernos. El salmista nos dice que "cercano está Jehová a los quebrantados de corazón" (Sal. 34:18), y que cuando andemos por "el valle de sombra de muerte" es cuando su presencia nos es prometida en forma especial (Sal 23:4). Hablando a través de su profeta, Isaías, el Señor dijo, "¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti" (Is 49:15). ¡Él se ocupa más de nosotros que una mujer que está amamantando a su hijo! Es de Aquél que conocemos como el "Padre de misericordias y Dios de toda consolación" que habla Pedro cuando nos invita a echar nuestra ansiedad sobre Él, "porque Él tiene cuidado de nosotros" (1 Pedro 5:7). ¡Nuestros cuidados son su preocupación personal!
El problema religioso del mal - Parte II
Hemos señalado que cuando golpea el sufrimiento no es ni antinatural experimentar el dolor emocional ni poco espiritual expresarlo. Pero también señalamos que cuando golpea el sufrimiento debemos apresurarnos a reflexionar sobre el carácter de Dios y en las promesas que Él da a aquellos que están pasando por una gran prueba. Ahora queremos concentrarnos en una de las grandes verdades de la Palabra de Dios - que aun en la prueba severa Dios está obrando todas las cosas en conjunto para el bien de aquellos que lo aman (Rom 8:28). Este no quiere sugerir que el mal es bueno de alguna forma. Pero sí significa que debemos reconocer que aun en lo que es malo Dios está obrando para lograr sus buenos propósitos en nuestras vidas.
José dio evidencia de haber aprendido esta verdad cuando después de años de sufrimiento inexplicable debido a la traición de sus hermanos pudo decirles, "Ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios cambió ese mal en bien" (Gen 50:20). Si bien Dios no hizo que sus hermanos lo traicionaran, no obstante pudo usar esta circunstancia para favorecer sus buenas intenciones.
Esta es la gran esperanza que tenemos en medio del sufrimiento, que en una forma más allá de nuestra comprensión, Dios puede hacer que el mal se vuelva contra sí mismo. Y es debido a esta verdad que podemos encontrar gozo aun en medio de la pena y el dolor. El apóstol Pablo se describió a sí mismo como "entristecido, mas siempre gozoso" (2 Cor 6:10). Y se nos aconseja que nos regocijemos en la prueba, no porque la aflicción sea motivo de gozo (no lo es) sino porque en ella Dios puede encontrar una oportunidad para producir lo que es bueno.
¿Cuáles son algunos de esos buenos propósitos que promueve el sufrimiento? En primer lugar, el sufrimiento puede proveer una oportunidad para que Dios despliegue su gloria - para hacer evidente su misericordia, su fidelidad, su poder y su amor en medio de circunstancias dolorosas (Jn 9:1-3). El sufrimiento también puede permitirnos dar prueba de la autenticidad de nuestra fe, y hasta puede servir para purificar nuestra fe (1 Pedro 1:7). Como en el caso de Job, nuestra fidelidad en la prueba muestra que lo servimos a Él no simplemente por los beneficios que ofrece, sino por el amor a Dios mismo (Job 1:9-11). Las pruebas severas también proveen una oportunidad para que los creyentes demuestren su amor unos por otros como miembros del cuerpo de Cristo que "sobrellevan los unos las cargas de los otros" (1 Cor 12:26; Gal 6:2). Por cierto, como ha dicho D. A. Carson, "las experiencias de sufrimiento... engendran compasión y empatía..., y nos hacen más capaces de ayudar a otros" (Carson, 122). Al ser consolados por Dios en nuestra aflicción, somos más capaces de consolar a otros (2 Cor 1:4). El sufrimiento también juega un papel clave en desarrollar las virtudes piadosas, y en disuadirnos del pecado. Pablo reconoció que su "aguijón en la carne" sirvió para alejarlo de la jactancia y promovió una verdadera humildad y dependencia de Dios (2 Cor 12:7). El salmista reconoció que su aflicción había acrecentado su determinación de seguir la voluntad de Dios (Sal 119:71). Aun Jesús "por lo que padeció aprendió la obediencia (Heb 5:8). Como hombre, Él aprendió por la experiencia el valor de someterse a la voluntad de Dios, aun cuando fuera la cosa más difícil del mundo de hacer.
Finalmente, el mal y el sufrimiento pueden despertar en nosotros un hambre mayor por el cielo y por aquel tiempo cuando los propósitos de Dios para estas experiencias puedan haberse cumplido finalmente, cuando el dolor y la pena hayan concluido (Ap 21:4).
*Traducido por Alejandro Field

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EL GRAN OBSTÁCULO HACIA LA SANTIDAD

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Nadie me lo advirtió cuando comencé este peregrinaje hacia el Cielo pero con el tiempo me he dado cuenta de que "yo soy mi más grande obstáculo" desde que acepté del Señor el llamado a la santidad, más todavía a ser un sacerdote santo, los enemigos de la salvación y por ende de la Iglesia Católica nos llenan el alma de basura, disfrazada con total astucia por supuesto, terminan por confundirnos y llenarnos de todo menos de paz y felicidad, en nuestra atrevida ignorancia colaboramos y cedemos pues tan fácilmente ante estos ataques, que la soberbia, la vanidad y el amor propio entre otras invaden terriblemente nuestra alma, cuando Dios nos llama al arrepentimiento, a la conversión y a la verdadera perfección en la Cruz y en el Amor, sencillamente nos enfrentamos a esta cruel y a la vez gozosa realidad, "soy el gran obstáculo", me atrevo a decir que el mundo no cambiará, no por lo pronto, sí que lo harán muchas almas no hay duda y a diario ocurren muchas obras hermosas por la acción de Dios, tantas conversiones que no encabezan los titulares de los medios de comunicación, mientras lees este post Dios trabaja, no se cansa nunca de ayudar a quienes ama, muchos pues se empeñan y ponen sus esperanzas en cambios notables, acciones masivas que tengan la capacidad de ser consideradas relevantes pero discrepo, con buena intención están buscando fuera de sí mismos la solución a sus problemas, están esperando algo del mundo para lograr la felicidad y la paz que tanto desean pero sus buenas intenciones se pueden ver frustradas por causa de la libertad que a cada uno de nosotros Dios permite, en cambio hay pequeños regalos del Señor que residen en el silencio y que en esencia son mucho más relevantes para nuestras vidas y nuestra salvación, también para nuestra felicidad ni más faltaba, "el cambio está en nosotros" hemos escuchado muchas veces y de algún modo es así, Dios se dedica a través de Su Iglesia a arrancarnos de las garras del pecado, nos purifica, nos da un nuevo ser, nos da todos los medios necesarios para ser felices, conocer y cumplir nuestra misión pero sólo a través del Camino de la Cruz, por lo tanto el trabajo arduo y verdaderamente relevante se lleva a cabo en nuestra propia alma y en la medida en que configuremos nuestra voluntad con la voluntad de Dios veremos el sentido de aquella negación de la que nos habló el mismísimo Maestro en Mc 8, 34. Mi invitación es a que te lances a Sus brazos a través de Su única Iglesia, hemos de empezar por los Sacramentos..., si te cuento las cosas que pueden ocurrir es muy posible que no creas en ellas ni la mitad, si las vives será muy distinto, es tu decisión, quizá y espero, seas tú quien me cuente las maravillas que hará Dios por amor a ti, además de las que ya hizo eh, de esto último estoy más que seguro.

DIOS TE BENDIGA

lunes, 5 de agosto de 2013

LA CONVERSIÓN DE JIM



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Pensativo miró al cielo y preguntó "¿Quieres que sea Jesús... por qué un pecador como yo?". Si bien estas palabras parecen las de un apóstol respondiendo a una invocación divina, en realidad corresponde a lo que el actor James Caviezel le dijo a Mel Gibson, cuando este le propuso personificar a Jesucristo en su polémica película. 

Caviezel sacó a relucir su convicción de ferviente católico y se puso a disposición de un papel que no sólo requirió de su talento artístico, sino de una profunda demostración de su Fe. Sin duda, "La Pasión de Cristo"(2004) le ofreció la oportunidad de unir su arte y religiosidad. El era el eslabón que Gibson buscaba para tener en su obra a un protagonista con la capacidad de soportar el realismo que requería la historia y que también tuviera la habilidad de transmitir sentimientos con la sola mirada.

James -o Jim para sus amigos- sintió el peso de estar encarnando a un personaje de gran envergadura, trascendente: "Esta no es la primera vez que me piden ser Cristo. Las anteriores tres veces las rechacé porque me parecieron relatos pretenciosos, que no plasmaban el significado real de este sagrado momento. Mel me inspiró con su energía. Sentí que ésta era mi oportunidad, que no habría otra Pasión tan realista y mejor representada, sin importar cuánto tuviera que sufrir. Lo hice en nombre de nuestro Señor", afirma el artista.

El astro tomó este rol de Jesucristo como si esta oportunidad en verdad le hubiera caído del cielo. "Esta es una cinta que debía filmar, aunque hubiera sido la última. Fue una bendición haber participado en ella", dice. 

Una vez que había aceptado el desafío, de manera inexplicable Gibson trató de convencerlo para que desistiera de su decisión: Estaba sorprendido. El me repitió mil veces que esto podría ser el fin de mi carrera, y de la suya también. Entonces le contesté con seguridad: 'Mel, cada uno está llamado a cargar su cruz. Si no la cargas, vas a ser aplastado por su peso. Mi respuesta final es sí, y deja de molestar'. Y así sucedió". En esa misma charla, fue el propio Jim quien descubrió la coincidencia de que sus iniciales eran JC -iguales a la de Jesucristo- y que, además, en esa época acababa de cumplir 33 años, la misma edad en que el Hijo de Dios fue crucificado. Para él, esas señales fueron suficientes para seguir adelante.

EL PERSONAJE DETRÁS DE LA HISTORIA

James Patrick Caviezel nació hace 35 años en el seno de una familia profundamente católica de Mount Vernon, Washington. Ya en la escuela, y luego de sufrir una lesión que le impidió seguir practicando básquetbol, decidió tomar el camino de las tablas: "Me sentí llamado a ser actor. Sólo me preocupaba qué diría mi papá. Siempre me hablaba de que no me vinculara con el teatro, al que llamaba basura", recuerda este hombre de profundos ojos azules, que nunca se ha rebelado contra los estrictos mandamientos de la religión. Al contrario, los ha plasmado en todos sus trabajos cinematográficos. En Hollywood es conocido como "El caballero Jim". 

Luego de una serie de apariciones en programas de televisión y pequeñas intervenciones fílmicas, al fin logró un papel importante en el largometraje "La delgada línea roja" (1998), rol que asegura haber obtenido gracias a su constante oración y al rosario que siempre lleva consigo. 

Hasta ese minuto, nunca le fue necesario ir profesando sus creencias y su estilo de vida. No obstante, a medida de que los papeles fueron aumentando e iba alcanzando el perfil de galán, debió poner ciertos límites. Inconvenientes que lo encasillaron por algún tiempo como un profesional conflictivo. "Cuando rodamos con Jennifer Lopez, realmente lo pasé mal. Teníamos que hacer una escena de amor que me ponía muy incómodo, por lo que le advertí al director -Luis Mandoki- que ni pensara en que yo iba a mostrar mi trasero. Entonces, la cámara filmó ciertas secuencias. Yo estaba vestido y Jennifer usaba un top y pantalones cortos. De todas formas, después de que terminé me sentí pésimo porque pensé que le estaba dando un mensaje erróneo a la gente, sobre todo a los jóvenes", cuenta Caviezel de lo ocurrido en el filme "Mirada de ángel" (2001). Lo mismo le sucedió con Ashley Judd en "Crimen en primer grado" (2002) y en "El Conde de Montecristo" (2002). Para él, rodar escenas eróticas no sólo traiciona sus principios morales, sino que también le faltan el respeto a su esposa, Kerri, profesora de literatura en una escuela secundaria, con quien está casado desde 1993. Cuenta que ella ha sido una fiel compañera, y el punto de equilibrio que él necesita en el tentador mundo hollywoodense.

Para participar en "La Pasión de Cristo" debió aprender latín y arameo, a pesar de tener sólo un pequeño diálogo en pantalla. Su actuación es tan expresiva como conmovedora, mostrando de manera magistral el padecimiento de las últimas doce horas de Jesús. En esos breves momentos, emite gran sinceridad y emoción.

Durante las filmaciones muchas personas se sorprendieron al ver la entrega absoluta que mostró. Se le veía silencioso, pensativo, tomando el personaje con sentimiento. Jim confesó que es devoto de San Antonio de Padua, quien -según él- lo guía a la hora de elegir papeles y realizarlos. "Rezar todo el tiempo y no sólo con la cabeza, sino con el corazón es el único camino para encontrar la paz", manifiesta. Quienes participaron en el rodaje recuerdan cómo siempre antes de realizar alguna escena que tuviera cierto peligro, anunciaba "soy católico, si algo sucede llamen a un sacerdote". 

Se dice que muchos sucesos inusuales se suscitaron durante la filmación en Italia: "Pasaron cosas... increíbles. Por ejemplo, algunas personas sanaron de enfermedades de un día para otro, y no te hablo de un resfrío. Otras tuvieron extrañas visiones o escucharon voces. Aparte de mí, uno de los productores fue alcanzado por un rayo y no quedó ni con la más mínima secuela. Más aún, muchos se sintieron tocados por el sentimiento de comunión. Algunos se convirtieron al cristianismo, como a otros no les interesó", relata el ídolo. 

Caviezel se ha abierto al mundo y ha proyectado todo lo que él es, un cristiano en cuerpo y alma. Ya nada de lo que haga en adelante tendrá el mismo sentido: "Ahora no estoy asustado de hacer lo correcto. Amo a Jesús como nunca lo imaginé. Más que a mi esposa, más que a mi familia", asevera.

Lamenta las críticas que se han formulado en torno al filme, sobre todo entre la comunidad judía: "Ha sido muy frustrante escuchar ese tipo de cosas. Puedo asegurarte que no hay hombre menos antisemita que Mel. Maia Morgenstern, quien encarna a María, es una hermosa judía-rumana cuyos padres sufrieron en el Holocausto. Todos los días, él le pedía que le contara acerca de sus tradiciones y si le parecía bien la forma en que se estaba haciendo la película". Y concluye: "Todos somos culpables de la muerte de Cristo. Mis pecados y los tuyos lo crucificaron, y no hay más que decir". 



El actor selló su actuación con la bendición dada por el Papa Juan Pablo II, quien lo recibió junto a su mujer y a sus suegros en una audiencia especial. Fue un instante único en su vida como católico, ya que todo lo que parecía tan polémico se volvió cristalino cuando el Sumo Pontífice aprobó su interpretación. 

LA PASIÓN DE JAMES

James vivió su propio calvario durante el rodaje en el crudo invierno italiano de la ciudad de Matera, lugar escogido para recrear los exteriores de "La Pasión de Cristo". Diez horas de maquillaje diario soportó para lograr la transformación que Gibson tenía en mente: "El no quería al típico Jesús rubio y de ojos claros, como lo ha representado la mayoría de los otros actores. Por lo mismo, me sometían a largas horas de caracterización. Incluso, llegué a sufrir una seria infección en la piel por el uso de los productos químicos usados para simular las llagas", revela. También debió utilizar una prótesis en su nariz, y sus ojos claros fueron coloreados de tono café por computación, lo que produjo la transformación de su rostro. 

Sin embargo, su esfuerzo físico fue lo más difícil de todo: "Tuve largas sesiones de entrenamiento para cargar la cruz, la cual pesaba alrededor de 75 kilos. Me disloqué un hombro mientras aprendía a sostenerla, por lo que el dolor mientras filmábamos era insoportable. Cada día dormía alrededor de dos o tres horas. Nos tomó cinco a seis semanas filmar la escena de la crucifixión. El único día libre era el domingo, que aprovechaba para ir a misa, como también trataba de confesarme a diario para evitar que la tentación del Diablo se apoderara de mí", confidencia.

Prosigue su relato: "Sobre la cruz solía congelarme. A pesar de que Mel les enseñó a los chicos que no debían golpearme con gran fuerza, varias veces me llegaron latigazos reales que me dejaron grandes heridas. Por lo que no pude contener el dolor y un par de groserías debieron haber salidos de mí, algo así como 'sé que estoy siendo Jesucristo ahora, pero me siento como Satanás'". Asegura que sin todo este dolor no habría valido la pena su actuación.

Y narra un hecho inexplicable. "En el último día -continúa- realizamos el sermón de la montaña, y fui alcanzado por un rayo. La gente comenzó a gritar y parte de mi cabello se quemó. Las personas que vieron esto señalaron que no vieron el rayo, sino que vieron una luz alrededor mío". 

Eso no fue todo: "No podía comer, todo me provocaba náuseas. Cuando estaba en la cruz a veces miraba a la gente. Algunos reían y otros parecían absortos, eran devotos cristianos, y pensaba ¡vaya, pero si yo no soy Cristo! Varias veces gente del pueblo se acercaba a saludarme, y me decía 'Jesús', creo que había algo que yo transmitía". 

Con este trabajo fílmico, Caviezel encontró al fin el papel con el que se sintió cómodo y podría mostrarle al planeta qué tipo de persona es. "La única razón por la que hago esto es por la conversión de la humanidad. No espero que el mundo me vea, sino que vea a nuestro Señor Jesucristo", afirma.

James se siente muy seguro ante su futuro. No hay nada ni nadie que lo haga perder la Fe y que le convenza de que no hizo lo debido: "Cuando miro a mis compatriotas norteamericanos y a la gente en todo el orbe, les digo que expresen su Fe sin vergüenza. Eso es lo que he hecho aquí, y me siento aliviado. No sé exactamente a dónde irá esto. No obstante, si no me llaman para seguir trabajando, seguiré siendo un actor, siempre lo seré, tenga o no trabajo. He realizado mi misión y siento que era lo correcto. Era mi oportunidad, y lo volvería a hacer si fuera necesario".



DIOS LOS BENDIGA

LA CONVERSIÓN DE BARRABÁS


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La publicación Alfa y Omega recoge en su última edición el testimonio de Pedro Sarubbi, el actor que interpretó a Barrabás en la película La Pasión de Cristo, quien asegura haberse convertido durante el rodaje.

Sarubbi –que concedió una entrevista al diario italiano Avvenire– relató que quería interpretar a San Pedro pero el director Mel Gibson “había elegido a los actores basándose en su parecido con los personajes retratados en los cuadros de Caravaggio y otros pintores”.
“Ya como Barrabás, Gibson me dijo que evitara mirar a Jim Caviezel –que encarnaba a Jesucristo– hasta la misma escena en que debíamos aparecer juntos. ‘Barrabás es como un perro feroz –me decía–, pero hay una ocasión en que se vuelve un cachorrillo: al encontrarse con el Hijo de Dios cuando se salva. Quiero que tu mirada sea la de aquel que ve por primera vez a Jesús’. Hice como él me había dicho, y cuando nuestros ojos se cruzaronsentí una especie de corriente; era como si mirase de verdad a Jesús. Nunca me había pasado una cosa parecida en todos mis años de carrera”, indicó.
Para Sarubbi, La Pasión “fue una experiencia no sólo profesional, sino, sobre todo, humana. No me avergüenzo de decir que, durante el rodaje, me convertí. Todos los actores que participamos en la película cambiamos un poco después de esa experiencia, pero yo he aprendido mucho más del film que en cualquier conferencia”.
El actor recordó que su búsqueda espiritual “comenzó hace muchos años, y me llevó a recorrer todo el mundo. He realizado una larga búsqueda antropológica, como hombre y actor. He sido instruído en las artes marciales del monasterio de Shaolín; permanecí en un monasterio tibetano durante seis meses con voto de silencio; he practicado la meditación en la India; y he vivido en la Amazonía. La meta final de esta búsqueda la he alcanzado con Jesús”.
Ahora, indicó, “hago todo lo posible por que esos ojos sigan siendo importantes para mí. Mi familia es lo primero de todo; y también hago de payaso para niños huérfanos. Por otro lado, está mi trabajo: enseño a manejarse en público a ejecutivos, enseño en varias escuelas para actores… Utilizo lo que llamo el método del guerrero, el sacerdote y el payaso: en la vida hay que ser fuerte y honesto, espiritual y bromista. Un hombre armónico y justo es también un actor justo”.
Alfa y Omega explica que a sus 43 años, Sarubbi “lleva treinta de carrera en el teatro –ha trabajado con los grandes, como Grotowski y Cantor–, en el cine–‘La mandolina del capitán Corelli’– y en la televisión”.
“Desde febrero dirige el Master de recitación televisiva y teatral para actores profesionales en la Escuela Paolo Grassi, de Milán. Aunque ha recorrido todo el mundo, le gusta vivir en su granja en las afueras de Milán, con su mujer, sus cuatro hijos y la multitud de animales que poseen”.

Fuente: www.aciprensa.com 



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