lunes, 5 de agosto de 2013

LA CONVERSIÓN DE JIM



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Pensativo miró al cielo y preguntó "¿Quieres que sea Jesús... por qué un pecador como yo?". Si bien estas palabras parecen las de un apóstol respondiendo a una invocación divina, en realidad corresponde a lo que el actor James Caviezel le dijo a Mel Gibson, cuando este le propuso personificar a Jesucristo en su polémica película. 

Caviezel sacó a relucir su convicción de ferviente católico y se puso a disposición de un papel que no sólo requirió de su talento artístico, sino de una profunda demostración de su Fe. Sin duda, "La Pasión de Cristo"(2004) le ofreció la oportunidad de unir su arte y religiosidad. El era el eslabón que Gibson buscaba para tener en su obra a un protagonista con la capacidad de soportar el realismo que requería la historia y que también tuviera la habilidad de transmitir sentimientos con la sola mirada.

James -o Jim para sus amigos- sintió el peso de estar encarnando a un personaje de gran envergadura, trascendente: "Esta no es la primera vez que me piden ser Cristo. Las anteriores tres veces las rechacé porque me parecieron relatos pretenciosos, que no plasmaban el significado real de este sagrado momento. Mel me inspiró con su energía. Sentí que ésta era mi oportunidad, que no habría otra Pasión tan realista y mejor representada, sin importar cuánto tuviera que sufrir. Lo hice en nombre de nuestro Señor", afirma el artista.

El astro tomó este rol de Jesucristo como si esta oportunidad en verdad le hubiera caído del cielo. "Esta es una cinta que debía filmar, aunque hubiera sido la última. Fue una bendición haber participado en ella", dice. 

Una vez que había aceptado el desafío, de manera inexplicable Gibson trató de convencerlo para que desistiera de su decisión: Estaba sorprendido. El me repitió mil veces que esto podría ser el fin de mi carrera, y de la suya también. Entonces le contesté con seguridad: 'Mel, cada uno está llamado a cargar su cruz. Si no la cargas, vas a ser aplastado por su peso. Mi respuesta final es sí, y deja de molestar'. Y así sucedió". En esa misma charla, fue el propio Jim quien descubrió la coincidencia de que sus iniciales eran JC -iguales a la de Jesucristo- y que, además, en esa época acababa de cumplir 33 años, la misma edad en que el Hijo de Dios fue crucificado. Para él, esas señales fueron suficientes para seguir adelante.

EL PERSONAJE DETRÁS DE LA HISTORIA

James Patrick Caviezel nació hace 35 años en el seno de una familia profundamente católica de Mount Vernon, Washington. Ya en la escuela, y luego de sufrir una lesión que le impidió seguir practicando básquetbol, decidió tomar el camino de las tablas: "Me sentí llamado a ser actor. Sólo me preocupaba qué diría mi papá. Siempre me hablaba de que no me vinculara con el teatro, al que llamaba basura", recuerda este hombre de profundos ojos azules, que nunca se ha rebelado contra los estrictos mandamientos de la religión. Al contrario, los ha plasmado en todos sus trabajos cinematográficos. En Hollywood es conocido como "El caballero Jim". 

Luego de una serie de apariciones en programas de televisión y pequeñas intervenciones fílmicas, al fin logró un papel importante en el largometraje "La delgada línea roja" (1998), rol que asegura haber obtenido gracias a su constante oración y al rosario que siempre lleva consigo. 

Hasta ese minuto, nunca le fue necesario ir profesando sus creencias y su estilo de vida. No obstante, a medida de que los papeles fueron aumentando e iba alcanzando el perfil de galán, debió poner ciertos límites. Inconvenientes que lo encasillaron por algún tiempo como un profesional conflictivo. "Cuando rodamos con Jennifer Lopez, realmente lo pasé mal. Teníamos que hacer una escena de amor que me ponía muy incómodo, por lo que le advertí al director -Luis Mandoki- que ni pensara en que yo iba a mostrar mi trasero. Entonces, la cámara filmó ciertas secuencias. Yo estaba vestido y Jennifer usaba un top y pantalones cortos. De todas formas, después de que terminé me sentí pésimo porque pensé que le estaba dando un mensaje erróneo a la gente, sobre todo a los jóvenes", cuenta Caviezel de lo ocurrido en el filme "Mirada de ángel" (2001). Lo mismo le sucedió con Ashley Judd en "Crimen en primer grado" (2002) y en "El Conde de Montecristo" (2002). Para él, rodar escenas eróticas no sólo traiciona sus principios morales, sino que también le faltan el respeto a su esposa, Kerri, profesora de literatura en una escuela secundaria, con quien está casado desde 1993. Cuenta que ella ha sido una fiel compañera, y el punto de equilibrio que él necesita en el tentador mundo hollywoodense.

Para participar en "La Pasión de Cristo" debió aprender latín y arameo, a pesar de tener sólo un pequeño diálogo en pantalla. Su actuación es tan expresiva como conmovedora, mostrando de manera magistral el padecimiento de las últimas doce horas de Jesús. En esos breves momentos, emite gran sinceridad y emoción.

Durante las filmaciones muchas personas se sorprendieron al ver la entrega absoluta que mostró. Se le veía silencioso, pensativo, tomando el personaje con sentimiento. Jim confesó que es devoto de San Antonio de Padua, quien -según él- lo guía a la hora de elegir papeles y realizarlos. "Rezar todo el tiempo y no sólo con la cabeza, sino con el corazón es el único camino para encontrar la paz", manifiesta. Quienes participaron en el rodaje recuerdan cómo siempre antes de realizar alguna escena que tuviera cierto peligro, anunciaba "soy católico, si algo sucede llamen a un sacerdote". 

Se dice que muchos sucesos inusuales se suscitaron durante la filmación en Italia: "Pasaron cosas... increíbles. Por ejemplo, algunas personas sanaron de enfermedades de un día para otro, y no te hablo de un resfrío. Otras tuvieron extrañas visiones o escucharon voces. Aparte de mí, uno de los productores fue alcanzado por un rayo y no quedó ni con la más mínima secuela. Más aún, muchos se sintieron tocados por el sentimiento de comunión. Algunos se convirtieron al cristianismo, como a otros no les interesó", relata el ídolo. 

Caviezel se ha abierto al mundo y ha proyectado todo lo que él es, un cristiano en cuerpo y alma. Ya nada de lo que haga en adelante tendrá el mismo sentido: "Ahora no estoy asustado de hacer lo correcto. Amo a Jesús como nunca lo imaginé. Más que a mi esposa, más que a mi familia", asevera.

Lamenta las críticas que se han formulado en torno al filme, sobre todo entre la comunidad judía: "Ha sido muy frustrante escuchar ese tipo de cosas. Puedo asegurarte que no hay hombre menos antisemita que Mel. Maia Morgenstern, quien encarna a María, es una hermosa judía-rumana cuyos padres sufrieron en el Holocausto. Todos los días, él le pedía que le contara acerca de sus tradiciones y si le parecía bien la forma en que se estaba haciendo la película". Y concluye: "Todos somos culpables de la muerte de Cristo. Mis pecados y los tuyos lo crucificaron, y no hay más que decir". 



El actor selló su actuación con la bendición dada por el Papa Juan Pablo II, quien lo recibió junto a su mujer y a sus suegros en una audiencia especial. Fue un instante único en su vida como católico, ya que todo lo que parecía tan polémico se volvió cristalino cuando el Sumo Pontífice aprobó su interpretación. 

LA PASIÓN DE JAMES

James vivió su propio calvario durante el rodaje en el crudo invierno italiano de la ciudad de Matera, lugar escogido para recrear los exteriores de "La Pasión de Cristo". Diez horas de maquillaje diario soportó para lograr la transformación que Gibson tenía en mente: "El no quería al típico Jesús rubio y de ojos claros, como lo ha representado la mayoría de los otros actores. Por lo mismo, me sometían a largas horas de caracterización. Incluso, llegué a sufrir una seria infección en la piel por el uso de los productos químicos usados para simular las llagas", revela. También debió utilizar una prótesis en su nariz, y sus ojos claros fueron coloreados de tono café por computación, lo que produjo la transformación de su rostro. 

Sin embargo, su esfuerzo físico fue lo más difícil de todo: "Tuve largas sesiones de entrenamiento para cargar la cruz, la cual pesaba alrededor de 75 kilos. Me disloqué un hombro mientras aprendía a sostenerla, por lo que el dolor mientras filmábamos era insoportable. Cada día dormía alrededor de dos o tres horas. Nos tomó cinco a seis semanas filmar la escena de la crucifixión. El único día libre era el domingo, que aprovechaba para ir a misa, como también trataba de confesarme a diario para evitar que la tentación del Diablo se apoderara de mí", confidencia.

Prosigue su relato: "Sobre la cruz solía congelarme. A pesar de que Mel les enseñó a los chicos que no debían golpearme con gran fuerza, varias veces me llegaron latigazos reales que me dejaron grandes heridas. Por lo que no pude contener el dolor y un par de groserías debieron haber salidos de mí, algo así como 'sé que estoy siendo Jesucristo ahora, pero me siento como Satanás'". Asegura que sin todo este dolor no habría valido la pena su actuación.

Y narra un hecho inexplicable. "En el último día -continúa- realizamos el sermón de la montaña, y fui alcanzado por un rayo. La gente comenzó a gritar y parte de mi cabello se quemó. Las personas que vieron esto señalaron que no vieron el rayo, sino que vieron una luz alrededor mío". 

Eso no fue todo: "No podía comer, todo me provocaba náuseas. Cuando estaba en la cruz a veces miraba a la gente. Algunos reían y otros parecían absortos, eran devotos cristianos, y pensaba ¡vaya, pero si yo no soy Cristo! Varias veces gente del pueblo se acercaba a saludarme, y me decía 'Jesús', creo que había algo que yo transmitía". 

Con este trabajo fílmico, Caviezel encontró al fin el papel con el que se sintió cómodo y podría mostrarle al planeta qué tipo de persona es. "La única razón por la que hago esto es por la conversión de la humanidad. No espero que el mundo me vea, sino que vea a nuestro Señor Jesucristo", afirma.

James se siente muy seguro ante su futuro. No hay nada ni nadie que lo haga perder la Fe y que le convenza de que no hizo lo debido: "Cuando miro a mis compatriotas norteamericanos y a la gente en todo el orbe, les digo que expresen su Fe sin vergüenza. Eso es lo que he hecho aquí, y me siento aliviado. No sé exactamente a dónde irá esto. No obstante, si no me llaman para seguir trabajando, seguiré siendo un actor, siempre lo seré, tenga o no trabajo. He realizado mi misión y siento que era lo correcto. Era mi oportunidad, y lo volvería a hacer si fuera necesario".



DIOS LOS BENDIGA