miércoles, 27 de noviembre de 2013

VANIDAD DE LAS RIQUEZAS



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Oíd esto, todas las naciones;
escuchadlo, habitantes del orbe:
plebeyos y nobles, ricos y pobres;

mi boca hablará sabiamente,
y serán muy sensatas mis reflexiones;
prestaré oído al proverbio
y propondré mi problema al son de la cítara.

¿Por qué habré de temer los días aciagos,
cuando me cerquen y acechen los malvados,
que confían en su opulencia
y se jactan de sus inmensas riquezas,
si nadie puede salvarse
ni dar a Dios un rescate?

Es tan caro el rescate de la vida,
que nunca les bastará para vivir perpetuamente
sin bajar a la fosa.

Mirad: los sabios mueren,
lo mismo que perecen los ignorantes y necios,
y legan sus riquezas a extraños.

El sepulcro es su morada perpetua
y su casa de edad en edad,
aunque hayan dado nombre a países.

El hombre no perdurará en la opulencia,
sino que perece como los animales.

Este es el camino de los confiados,
el destino de los hombres satisfechos:
son un rebaño para el abismo,
la muerte es su pastor,
y bajan derechos a la tumba;
se desvanece su figura,
y el abismo es su casa.

Pero a mí, Dios me salva,
me saca de las garras del abismo
y me lleva consigo.

No te preocupes si se enriquece un hombre
y aumenta el fasto de su casa:
cuando muera, no se llevará nada,
su fasto no bajará con él.

Aunque en vida se felicitaba:
«Ponderan lo que lo pasas»,
irá a reunirse con sus antepasados,
que no verán nunca la luz.

El hombre rico e inconsciente
es como un animal que perece.

Este es el camino de los confiados,
el destino de los hombres satisfechos:
son un rebaño para el abismo,
la muerte es su pastor,
y bajan derechos a la tumba;
se desvanece su figura,
y el abismo es su casa.

Pero a mí, Dios me salva,
me saca de las garras del abismo
y me lleva consigo.

No te preocupes si se enriquece un hombre
y aumenta el fasto de su casa:
cuando muera, no se llevará nada,
su fasto no bajará con él.

Aunque en vida se felicitaba:
«te alaban, porque te has tratado bien»,
irá a reunirse con sus antepasados,
que no verán nunca la luz.

El hombre rico e inconsciente
es como un animal que perece.

Fuente: Salmo 48

martes, 26 de noviembre de 2013

TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN +3

Un Papa Heróico y un diminuto cardenal

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No es preciso ser católico o religioso de cualquier denominación para admirar la figura de un hombre que casi ha sido crucificado por su propio cuerpo y que sigue luchando con todas sus fuerzas por su misión en esta tierra. Su campaña contra los que abusan de sus pueblos comenzó desde que vivió la opresión que habían impuesto en Polonia, su tierra natal.

Combatir el mal y hacer el bien ha sido su lema. Hace unos años, dos balazos de un terrorista, que él perdonó, quebraron su estructura física, pero no su espíritu. Así lo hemos visto subiendo las plataformas rodeadas de fieles, con un esfuerzo agonizante. El premio es ver a sus fieles, bendecirlos y dejarse ver por ellos. Cargando su dolor a todas partes, en Africa, en las tres Américas, en Asia, el Papa Juan Pablo II ha conmovido a multitudes de todas las razas y colores.

En otro terreno, el Papa no sólo luchó contra el comunismo despótico. Su campaña también se dirigió contra aquellos católicos que allá por los años 60 comenzaron a defender la tesis de que para ayudar a los pobres era preciso dialogar con los marxistas, aliarse con ellos y usar la violencia. Ese ''catolicismo de izquierda'' hizo dudar a mucha gente cuando un sacerdote colombiano fue muerto a los seis meses de unirse a unas guerrillas que se mostraron indiferentes a su muerte.

A ese acercamiento a la izquierda, que incluía el aceptar la necesidad de una revolución para ''liberar'' a los pobres, se le llamó la teología de la liberación. Cuando Karol Wojtyla fue elegido Papa, la Iglesia estaba bastante rasgada por argumentos que incrementaban las posibilidades de más divisiones. Frente a esa situación, lo primero que hizo el nuevo Papa fue leerse el libro del peruano Gustavo Gutiérrez, creador de la nueva teología, y estar listo para demostrar que la doctrina católica era la verdad verdadera y se basaba en el amor, no en las balas. En Nicaragua, por ejemplo, donde los rebeldes sandinistas habían llegado al poder después de derrocar a Somoza, la izquierda proclamó la formación de ''la iglesia del pueblo'' y enseñó que Jesús era hijo de un carpintero, es decir, de un proletario, es decir, de un revolucionario que era mostrado con una ametralladora al hombro. El Papa viajó a muchos de esos lugares, atrajo millones de personas y desvaneció la idea de que la ''iglesia del pueblo'', controlada por la izquierda, era la verdadera Iglesia. El pueblo estaba con el Papa.

Durante su primera visita a Managua, ocupada por los sandinistas, ocurrió un pintoresco suceso que ayuda a comprender la situación. Cuando el Papa visitaba la catedral, inundada de fieles que lo saludaban, un sacerdote, Ernesto Cardenal, que se había sumado abiertamente al sandinismo, intentó simular un gesto de respeto y trató de arrodillarse frente al Papa. Su Santidad lo escuchó por un momento, agitó el dedo índice sobre la cabeza del sacerdote y reanudó su paso hacia el altar. Todo el mundo comprendió que Cardenal había sido amonestado por tratar de debilitar a la Iglesia.

Tal episodio, aparentemente trivial, tuvo una secuencia y se convirtió más tarde en símbolo y lección. Por el momento, pareció que la izquierda seguía avanzando. El sacerdote continuó su trayectoria política, basada en apoyar al marxismo con gestos místicos. Cuando conoció a Castro, Cardenal pareció conmoverse, le temblaron las manos y apenas si logró balbucear algunas palabras de elogio. Así Cardenal confirmó su fe en el triunfo de la izquierda.

Mas el tiempo pasaba y, gracias en gran medida a Juan Pablo II, la situación ideológica cambiaba: la izquierda católica, y aún la marxista, perdía fuerzas. Los sandinistas fueron derrotados por el voto del pueblo en honestas elecciones, Cuba se hundía en desastre total y el enorme imperio soviético se derrumbaba en silencio. La fórmula marxista quedaba vacía en las vacías manos de los comunistas.

Ante la victoria del Papa en Canadá, México y Guatemala, donde los pueblos desbordaron todos los límites, el poeta Cardenal, que nunca había perdonado el cariñoso regaño que le administró Su Santidad, sintió que había que desprestigiar a un pontífice heroico que va camino de la santidad. En realidad, Cardenal no criticó al Papa, sino que quiso demostrar cómo él sabía más que todos los papas juntos. Revisando sus notas del bachillerato, el poeta recordó que la Iglesia había montado la Inquisición y permitido papas beodos y lujuriosos. Luego añadió: "Juan Pablo II le ha hecho mucho daño a la Iglesia y debería pedir perdón por los casos de pederastia, por oponerse al progreso, a las revoluciones sociales y por querer quedarse en el pasado. Aunque, lamentablemente, los marxistas se dejaron corromper y olvidaron el noble ideal de Carlos Marx".

Así Cardenal se define como ''marxista, místico, poeta, sacerdote y revolucionario, y todo a la misma vez''. Tiene que ser muy difícil llamarse Cardenal y no ser cura; añorar la ''nobleza de Marx'' y haberla perdido, y, en realidad, no ser nada.
Fuente: Conoze.com




TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN +2


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Jesucristo ¡No es socialista!

En más de una ocasión, los venezolanos hemos tenido que soportar, y sin que nadie con autoridad entre nosotros aclare nada, que se diga públicamente que nuestro Señor Jesucristo es socialista; y hace poco oímos que «es el más grande socialista» de la historia. Pero eso, además de ser ¡una gran falsedad!, es una falta de respeto para con Dios y para con la mayoría de los venezolanos que somos casi todos cristianos. Y para más colmo, la afirmación de esa falsedad pudiera causar confusión en muchos cristianos bien intencionados que, por no tener suficiente formación, o información, pudieran llegar a pensar que eso es verdad, o más o menos cierto.

Veamos, primero que nada, qué es el socialismo


Según los mismos socialistas, se trata de una teoría o ideología que propone un sistema político y económico donde la sociedad, como una unidad o un todo, se convierte en la principal beneficiaria de los bienes y de los derechos. Es decir, que «la sociedad» debe estar antes y por encima de las personas individualmente consideradas, lo cual garantizaría un máximo de igualdad entre ellos, además de facilitar la desaparición de las clases sociales. Y pongo entre comillas la palabra «sociedad» dentro de esta definición, porque en realidad termina siendo «el Estado».

Durante el siglo pasado, este concepto —que ya no definición— ha sufrido atenuaciones y combinaciones que han servido para hacerla versátil según los esquemas de organización políticos y económicos. Es decir, que en cuanto a la administración de los sistemas de producción (empresa, industria) o control que ejerce esa «sociedad» sobre los sectores económicos y políticos supuestamente puede ser parcial (distintos grados) o total (lo que llaman socialismo real o comunismo). Ese es el fondo de la «redistribución de la riqueza» que, en distintos grados de pureza, postulan todas las doctrinas de izquierda (social-democracia, socialismo, comunitarismo y marxismo[1])

Por otra parte, ya desde el punto de vista de la historia de las ideas, el socialismo es la síntesis de las teorías y prácticas político-económicas que surgieron a partir de la Revolución Francesa (1789), y que siempre ha estado asociada a la categoría política «izquierda»que, a su vez, se vincula al propósito revolucionario de abolir todo «antiguo régimen» y producir una dinámica social progresiva (progresismo).

Ahora veamos qué hay con la doctrina cristiana


La gran pregunta es: ¿acaso eso que postula el socialismo es lo mismo que nos enseña Jesucristo? La respuesta es, rotundamente NO! Aunque existan cristianos, sacerdotes católicos, pastores protestantes y evangélicos que se identifiquen con el socialismo, hay que aclarar, tajantemente, que el socialismo es, por definición y por su misma práctica, antagónico con la Fe cristiana y con su antropología[2].

La antropología cristiana, que a su vez se desprende de la Verdad revelada por Dios, nos enseña que nuestra naturaleza humana tiene dos atributos fundamentales: la inteligencia y la voluntad (libertad); y, aún cuando todos somos iguales en Dignidad, porque somos igualmente personas creadas por Dios a su imagen y semejanza, resulta que somos, al mismo tiempo, diferentes en cuanto a aquellas potencialidades operativas. En efecto, todos tenemos voluntad e inteligencia, pero en diferentes grados y combinaciones de grados; y por supuesto también cuentan las diferencias accidentales como la apariencia física, habilidades motoras, etc. Y esa realidad depende del misterioso plan de Dios, y por eso no todos somos concertistas de piano, ni inventores del modelo T (Ford), ni tampoco somos Napoleón Bonaparte o Albert Einstein. Entonces, por eso mismo, de modo natural y justo, algunos logran más que otros, y también tienen más que otros.

Así mismo, esa Dignidad humana que todos presentimos como algo fundamental e inalienable, sumado al papel del hombre en el plan de la creación, implica que todo, absolutamente todo, en el orden social y político debe estar ordenado a la Persona como fin absoluto de ese orden social[3]. Es decir, que el Estado y la «sociedad» no pueden estar por encima de la Persona como sujeto, objeto y término (fin) del orden social. Ni el Estado ni la «sociedad» tienen alma, o sentimientos o fin trascendente; la Persona de carne y hueso sí.

Entonces, el socialismo es, básicamente, una rebelde y petulante contestación al Plan de Dios, de modo muy concreto, en la realidad de nuestra naturaleza humana y que en sus ideales propone a la sociedad como entidad que se ubica antes y por encima de la persona.

Para ver claramente la incompatibilidad entre el socialismo y la doctrina cristiana no hace falta acudir al tema propiedad privada, al que dedicaré una reflexión en otra ocasión. Para ello nos bastaría considerar otros aspectos que algunas veces son pasados por alto, o como que no importaran tanto como lo de la propiedad privada concreta. Me refiero a la subsidiariedad y a la iniciativa privada.

Cuando el Magisterio de la Iglesia Católica proclama subsidiariedad del Estado y de las organizaciones que están por encima del individuo[4] —ahora sí me refiero al individuo como tal—, lo hace no con el propósito de adornar de manera suntuaria a nuestra Dignidad Humana, sino como afirmación de los atributos preeminentes de la persona como individuo capaz de iniciativa y de libre desarrollo. Y en efecto, aunque sea tan pocas veces glosada por los escritores católicos especializados en Enseñanza Social, la iniciativa privada, tantas veces proclamada por el Magisterio pontificio, no es una manifestación remota de nuestra Dignidad, sino más bien, una manifestación próxima e inmediata. Si se es fiel a Dios y a su plan; si somos fieles a la doctrina de nuestra Fe y a las enseñanzas de nuestra Iglesia, no queda más remedio que reconocer que esto no admite más que una sola interpretación.

En conclusión


Un cristiano bien intencionado y de buen proceder podría querer aceptar que existe alguna combinación posible entre cristianismo y socialismo, solo por dos razones: 1- por falta de información o desconocimiento, 2- por arrastrar una cierta "inconformidad", propia muchas veces de nuestra naturaleza caída, y que, desde sus emociones más íntimas desea que nuestra doctrina se adapte a lo que piensa que es "realmente" justo y «liberador» porque no es verdad que Dios sea tan injusto.[5]

No digo que lo anterior haga que, automáticamente, quienes piensen así sean malas personas; pues, muchas veces se trata, más bien, de buenísima gente. Pero el ser buena gente no nos hace estar en lo cierto, y tampoco impide que arrastremos a otros al error y a la confusión.

Quien quiera buscar explicaciones sobre el por qué para algunos la doctrina cristiana se asemeja o es compatible con el socialismo, las encontrará con facilidad; pues, abundan en los periódicos, en la TV, y hasta en las Universidades. Es muy fácil encontrar a intelectuales con fama de sabios, historiadores reconocidos, sacerdotes, académicos, políticos cristianos, analistas políticos, periodistas, etc. que dirán y defenderán la posible conciliación entre socialismo y la doctrina cristiana.

Ciertamente pueden encontrarse algunas muy aparentes «semejanzas» en cuanto al discurso favorable a los más necesitados, pero sucede que la Fe cristiana lleva a eso por razones totalmente diferentes e incompatibles a la que fundamentan el ideal socialista. Y además, se valen de «medios» también inconciliables: la fe cristiana promueve la justicia y la paz que es posible desde la conversión personal de todos, mientras que el socialismo persigue cambios mediante estructuras políticas y de signo materialista.

Por otra parte, últimamente se oye mucho a los que, siendo tercamente socialistas y marxistas, y para confundirnos, nos quieren convencer de que el socialismo puede ser bueno, porque hay uno malo. Así es ciertamente fácil que algunos vean en esa crítica un gesto de sinceridad que hace cierto lo que dicen. Pero no es así.

Y el mejor argumento según el cual el socialismo bueno es bueno, es porque se realiza en democracia. Pero, para que eso sea así, habría que partir de una premisa equivocada: pretender que la democracia es un fin en sí misma y que, además, debe vérsele como el bien supremo de la sociedad moderna; que entonces todo lo que coopere o se adapte a ella se convierte automáticamente en algo bueno. Pero la democracia no es por sí sola, ni en sí misma, un bien supremo de la sociedad moderna; es tan solo el mejor modelo —eso sí— de organización política y social que, como tal, es un medio que, según el ideal democrático occidental, además del cristiano, debe servir para alcanzar niveles óptimos de condiciones favorables a la realización individual y colectiva (Bien Común). Y como es un medio y no un fin, la democracia sí tiene por encima un ideal fundamental (fin) al que debe estar ordenada, al que debe servir y en el cual encuentra su única justificación: la Persona humana y su inalienable Dignidad; esa misma Persona y esa misma Dignidad Humana que es perjudicada por el socialismo.

De modo que eso de las dos izquierdas y eso de los dos socialismos es, en pocas palabras, una manipulación del anhelo democrático que todos compartimos, para justificar algo que de todas maneras, y desde su fundamento filosófico, es antagónico con la antropología cristiana, y es un error sobre el hombre.

Pero, no se dejen engañar. Fíjense y dense cuenta siempre del nada pequeño detalle de que, quienes pretenden —incluso cristianos— demostrar la compatibilidad entre socialismo y cristianismo, siempre se «hacen los locos» y saltan por encima de la tremenda verdad de nuestra naturaleza humana (seres racionales con inteligencia y voluntad —libres—) que, con su correspondiente Dignidad Humana, determina de modo incontestable, y según el plan de Dios, diferencias naturales e inevitables. Y decir que esas diferencias son injustas sería lo mismo que la ignorante rebeldía decir que Dios es injusto; que tenemos que «enmendarle el capote» con las teorías socialistas.

No podemos quedarnos callados. No se trata de política; se trata de nuestra Fe y de todo aquello que nos es sagrado, fundamental y vital. No se trata de un personaje histórico más como Gandhi o Simón Bolívar, sino de nuestro Dios y Salvador! Por eso me referí a Él como nuestro Señor Jesucristo; porque es nuestro señor, nuestro Redentor, y nunca nos debe parecer raro o exagerado decir así. Si somos cristianos de verdad, esa es nuestra más importante y sagrada Verdad.
Notas
[1] Es bastante común la idea errónea de que socialismo, marxismo y comunismo son términos equivalentes. Sí están estrecha y causalmente relacionados, pero no son lo mismo. Marx aportó nuevos elementos -supuestamente científicos- al socialismo de la Revolución Francesa, al cual criticó por romántico o utópico. Y comunismo es una realización, claramente socialista y marxista, en medio de una realidad política concreta en la que no existen las clases sociales a través de la igualación total.
[2] La antropología cristiana es la comprensión del hombre a partir de la Revelación, y da las claves para entender la constitución del ser humano como ser racional que necesita para alcanzar sus perfecciones al máximo y realizarse adecuadamente para alcanzar su fin último. A partir de la antropología cristiana podemos conocer, en resumidas cuentas, cómo y de qué está hecho el hombre, y conforme a ello, qué es lo que necesita y le conviene para realizarse. La Iglesia, experta en humanidad, desarrolla sus enseñanzas conforme a esa antropología.
[3] A veces hace falta aclarar que, ciertamente, la persona es el fin del orden social, mas no de sí mismo. El hombre es un fin en sí mismo, pero no de sí mismo; son dos cosas muy diferentes y hasta excluyentes.
[4] La subsidiariedad del Estado y de las organizaciones sociales y políticas que pueden estar sobre el nivel de actuación del individuo (no sobre la Persona humana) es el principio originalmente proclamado por la Iglesia Católica, según el cual NO es legítimo que el Estado o las formas de organización que pueden encontrarse entre el nivel de actuación del Estado y el nivel de actuación de los individuos se ocupen de actividades productivas que, siempre, le corresponden a éstos últimos. De modo que según este principio, eso pudiera ocurrir de manera legítima sólo si hace falta o es inevitable en virtud de que los individuos no pueden o no tienen forma de ocuparse de una actividad productiva determinada, y sólo mientras los individuos logran tener capacidad para encargarse. Es decir, que el rol de el Estado en la economía tiene que ser siempre subsidiaria, sólo si los individuos no pueden o no quieren.
[5] El fin no siempre puede justificar los medios, y mucho menos cuando esos medios supongan una suspensión -por más atenuada o transitoria que sea- de la preeminencia de la Persona Humana como fin radical y absoluto del orden social. Resolver las injusticias que algunos individuos quieran generar para su personal provecho, mediante la aplicación de políticas socialistas, es una insensatez. Si existe un ordenamiento jurídico sólido y vigente que ejerza su imperio y que tenga a la persona como centro, ya se estará garantizando el equilibrio y la igualdad de oportunidades. El problema surge cuando las políticas socialistas pretenden modelar "por su propia mano" la justicia y fundar, desde el Estado, la justicia, el desarrollo y el progreso, la riqueza, las sociedades intermedias, y hasta la felicidad! Es, exactamente, el "elefante que camina en un jardín de rosas".
Fuente: Conoze.com 

TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN +1



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Clodovis se pregunta para qué alguien se va a integrar en una religión que es sólo otra actividad social. ¿Para qué aceptar toda la doctrina católica si el objeto principal de la Iglesia no es salvar almas, sino tratar de alcanzar ciertas utopías?
En pocas peleas surge tanta maldad como en pleitos teológicos. Esto se puede comprobar en la disputa surgida entre las dos figuras clave de la teología de la liberación, los hermanos brasileños Leonardo y Clodovis Boff. Aunque poco reportada fuera de los círculos teológicos, la importancia del pleito transciende lo académico y sugiere que la teología de la liberación, antes tan prominente en Latinoamérica, se autodestruye bajo el peso de sus propias ambigüedades y de las intensas críticas producidas durante varias décadas.

Leonardo es el más famoso de los hermanos. En su libro Iglesia, carisma y poder: teología de la liberación y la Iglesia institucional (1985) aplicó el análisis marxista a la Iglesia católica. El entonces Fray Leonardo llegó a la conclusión marxista de que "la iglesia institucional" es el equivalente eclesiástico de "la burguesía" que controla los "medios espirituales de producción".

No es necesario tener un título de Teología para saber que tales argumentos son incompatibles con el catolicismo ortodoxo. Luego de conflictos con obispos brasileños y con el cardenal Ratzinger (ahora Papa y entonces guardián oficial de la ortodoxia), Leonardo colgó los hábitos y abandonó la Orden Franciscana.

Por su parte, su hermano Clodovis siguió siendo sacerdote dentro de los Siervos de María. Hasta hace poco se le identificaba como miembro radical de la teología de la liberación, pero a fines de 2007 sorprendió a sus amigos con la publicación de una dura crítica a "como realmente existe", en la Revista Eclesiástica Brasileira.

Clodovis mantuvo que el error básico de la teología de la liberación es sustituir a Jesucristo por "los pobres" como "principal principio operativo" y apuntó a los recién censurados textos de Jon Sobrino, S.J., como ejemplo del daño que le hacen a la integridad de la fe cristiana.

Primero, estimulan la tendencia a ver a la Iglesia como un "movimiento popular". Entonces, los organismos religiosos comienzan a sentirse como ONGs militantes. Y Clodovis se pregunta para qué alguien se va a integrar en una religión que es sólo otra actividad social. ¿Para qué aceptar toda la doctrina católica si el objeto principal de la Iglesia no es salvar almas, sino tratar de alcanzar ciertas utopías en este mundo?

Más seriamente, Clodovis sugiere que los teólogos le dan prioridad a los pobres por encima de Cristo. El "resultado inevitable es la politización de la fe, su reducción a un instrumento para la liberación social". Según Clodovis, "el principio de Cristo siempre incluye a los pobres, pero el principio de la pobreza no incluye necesariamente a Cristo". Esa fue una de las críticas hechas, en los años 80, por el actual Papa Benedicto XVI.

Según Clodovis, su objetivo es purificar de errores la teología de la liberación, no destruirla. Pero su hermano Leonardo le contestó, en mayo de este año, rechazando duramente tales argumentos y manteniendo que salir al encuentro de los pobres es encontrar a Cristo, añadiendo que las palabras de Clodovis serían utilizadas por las autoridades eclesiásticas para acabar con la teología de la liberación. Eso refleja la creencia de muchos teólogos de la liberación de que todo se reduce, a fin de cuentas, al poder. Así la idea de que alguien cambie de manera de pensar es vista como si uno se cegase ante la realidad y entrease a formar parte de la "represión burguesa". Pero el cambio de manera de pensar de Clodovis nos confirma la fragilidad intelectual de la teología de la liberación. Es como si el teólogo católico Michael Novak nos anunciara hoy que el capitalismo es fundamentalmente incompatible con el cristianismo.
Fuente: Conoze.com

domingo, 24 de noviembre de 2013

YOGA +2

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Por qué el Yoga, en la filosofía y en la práctica, es incompatible con el Cristianismo

Un sacerdote de la India explica cómo la teología panteísta y la insistencia en el yo hacen del yoga algo muy lejano a Cristo y a lo santo.
James Manjackal, MSFS 

Como cristiano católico nacido en el seno de una familia católica tradicional en Kerala, en la India, pero habiendo vivido entre hindúes; y ahora como religioso, sacerdote católico y predicador carismático en 60 países de los cinco continentes, creo que tengo algo que decir sobre los efectos perniciosos que tiene el yoga en la vida y en la espiritualidad cristiana.
         
Sé que hay un interés creciente por el yoga en todo el mundo, incluso entre los cristianos y que también ese interés se extiende a otras prácticas esotéricas y de la Nueva Era como el Reiki, la reencarnación, la acupresión, la acupuntura, la sanación pránica o pranoterapia, la reflexiología, etc. métodos sobre los que el Vaticano ha prevenido y avisado en su documento “Jesucristo, portador del agua de la vida”.

Para algunos el Yoga es un medio de relajación y de alivio de la tensión, para otros es un ejercicio que promueve la salud y el estar en forma y, para una minoría, es un medio para la curación de enfermedades. En la mente del católico medio, ya sea laico o del clero, hay mucha confusión pues el Yoga según se promueve entre los católicos no es exclusivamente ni una disciplina relacionada con la salud ni una disciplina espiritual sino que unas veces es una cosa, otras veces la otra, y frecuentemente una mezcla de las dos.

Pero el hecho es que el Yoga es principalmente una disciplina espiritual y sé que incluso hay sacerdotes y hermanas en seminarios y noviciados que aconsejan el Yoga como una ayuda para la meditación y para la oración. Es triste que hoy en día, muchos católicos estén perdiendo la confianza en las grandes prácticas espirituales y místicas para la oración y la disciplina que recibieron de grandes santos como Ignacio de Loyola, Francisco de Asís, Francisco de Sales, Santa Teresa de Avila, etc. y ahora sigan a espiritualidades y místicas orientales que provienen del Hinduismo y del Budismo.

A este respecto, un cristiano sincero debería informarse sobre la compatibilidad del Yoga con la espiritualidad cristiana y sobre la conveniencia de incorporar sus técnicas en la oración y en la meditación cristianas.

Yoga: unión con una divinidad impersonal

¿Qué es el Yoga? La palabra Yoga significa "unión", el objetivo del Yoga es unir el yo transitorio (temporal), "JIVA" con el (yo eterno) infinito "BRAHMAN", el concepto hindú de Dios. Este Dios no es un Dios personal, sino que es una sustancia impersonal espiritual que es uno con la naturaleza y el comos.

Brahman es una sustancia impersonal y divina que “impregna, envuelve y subyacente en todo”. El Yoga tiene sus raíces en los Upanishads hindúes que son anteriores al año 1000 a.C., y dice sobre el Yoga que “une la luz dentro de ti con la luz de Brahman”.

“Lo absoluto está en uno mismo” dicen los Upanishads Chandogya, “TAT TUAM ASI” o “ESO ERES TÚ”. Lo Divino habita dentro de cada uno a través de Su representante microcósmico - el yo individual- llamado Jiva.

En el Bhagavad Gita, el señor Krishna describe el Jiva como “mi propia parte eterna”, y afirma que “la alegría del yoga le llega al yogi que es uno con Brahman”.

En el año 150 a.C, el yogi Patanjali explicó las ocho vías que guían las prácticas del Yoga desde la ignorancia a la iluminación. Las ocho vías son como una escalera. Son:
- autocontrol (yama)
- práctica religiosa (niyama)
- posturas (asana)
- ejercicios de respiración (pranayama)
- control de los sentidos (pratyahara)
- concentración (dharana)
- contemplación profunda (dhyana)
- iluminación (samadhi).
        
Aquí es interesante observar que las posturas y los ejercicios de respiración, que frecuentemente son considerados en occidente como todo el Yoga, son los pasos 3 y 4 hacia la unión con Brahman.

El Yoga no es sólo un sistema elaborado de posturas y de ejercicios físicos, es una disciplina espiritual que pregona llevar el alma al samadhi, a la unión total con el ser divino. El samadhi es el estado en el que lo natural y lo divino se convierten en uno, el hombre y Dios llegan a ser uno sin ninguna diferencia. (Brad Scott: ¿Ejercicio o práctica religiosa? Yoga: Lo que el profesor nunca le enseñó en una clase de Hatha Yoga” en el Watchman Expositor Vol. 18, No. 2, 2001).

Cuando te citan la Biblia en clave panteísta

Este enfoque del yoga es radicalmente contrario al Cristianismo, en donde claramente hay una distinción entre Creador y criatura, entre Dios y hombre. En el Cristianismo, Dios es el “Otro” y nunca “el mismo”.

Es triste que algunos promotores del Yoga, Reiki o de otras disciplinas o meditaciones distorsionen algunas citas de la Biblia al citarlas aisladas para corroborar sus argumentos tales como: “sois templo de Dios” “el agua viva fluye en ti”, “estaréis en Mi y Yo estaré en vosotros” “ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí” etc. sin entender el contexto ni el significado de estas palabras de la Biblia.

Hay gente que retrata a Jesús incluso como a un yogui como actualmente podemos ver en imágenes de Jesús en conventos, capillas y presbiterios – ¡Jesús está representado en posturas de meditación de yogui!”

Decir que Jesús es “un yogui” es denegar Su divinidad, santidad y perfección intrínseca e insinúa que Él tenía una naturaleza imperfecta sujeta a la ignorancia y a la ilusión (Maya), y que necesitó ser liberado de su condición humana mediante la práctica y la disciplina del yoga.

El yoga es incompatible con la espiritualidad cristiana porque es panteísta (al decir "Dios es todo y todo es Dios"), y sostiene que existe una realidad única y todo lo demás es ilusión o Maya. Si sólo existe una realidad y todo lo demás es ilusorio, no puede haber ninguna relación ni amor.

El Centro de la fe Cristiana es la fe en la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas en un solo Dios, el modelo perfecto de relación amorosa.

El Cristianismo es todo sobre relaciones con Dios y entre los hombres. “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón con toda tu alma y toda tu mente. Este es el principal y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás al prójimo como a ti mismo” (Mt 22: 37-39).

En el Hinduísmo, el bien y el mal, lo mismo que el dolor y el placer son ilusorios (Maya) y por lo tanto irreales. Vivekananda, el icono más respetado del Hinduismo moderno, decía: “el bien y el mal son uno y lo mismo” (Vivekananda. “The yogas and other Works”, publicado por Ramakrishna Vivekananda Centre NY, 1953).

En el Cristianismo, la cuestión controvertida del pecado como una ofensa contra la Santidad de Dios es inseparable para nuestra fe, porque el pecado es la razón por la que necesitamos un Salvador. La Encarnación, la Vida, la Pasión, la Muerte y la Resurrección de Jesús son para nosotros medios de salvación, es decir, para liberarnos del pecado y de sus consecuencias. No podemos ignorar esta diferencia fundamental a la hora de absorber en la Espiritualidad Cristiana al Yoga y a otras técnicas de meditación orientales.

En el mejor de los casos el Yoga es una práctica pagana y en el peor es una práctica oculta.

Esta es la religión del anticristo (el hombre que se hace Dios) y por primera vez en la historia está siendo practicada frenéticamente en el mundo occidental y en América.

Es ridículo que maestros de Yoga lleven incluso una cruz o algún símbolo cristiano, engañan a la gente diciendo que el Yoga no tiene nada que ver con el Hinduismo y dicen que es sólo cuestión de aceptar a otras culturas. Otros han intentado enmascarar al Yoga con apelativos cristianos denominándole “Yoga Cristiano”.

Esta no es una cuestión de aceptar la cultura de otro pueblo, es una cuestión de aceptar otra religión que es irrelevante para nuestra religión y de conceptos religiosos.

Extendido en Occidente

Es una pena que el Yoga se haya expandido tan frenéticamente desde los jardines de infancia hasta todo tipo de instituciones de medicina, psicología etc. llamándose a sí mismo ciencia cuando no lo es en absoluto; y se está vendiendo bajo la etiqueta de “terapia de relajación”, “auto-hipnosis”, “visualización creativa”,”centering”, etc.

El Hatha Yoga, está ampliamente difundido en Europa y en América como método de relajación y como ejercicio no agotador, es uno de los seis sistemas reconocidos del Hinduismo ortodoxo, en su es origen religioso y místico, y es la forma más peligrosa de Yoga (Dave Hunt, “the seduction of Christianity” página 110).

Recordad las palabras de San Pablo: “No os maravilléis, pues también Satanás se disfraza de ángel de luz” (II Cor 11: 14). Es cierto que mucha gente se ha sanado por medio del Yoga y de otras formas orientales de meditación y oración. Aquí es donde los cristianos deberían preguntarse a sí mismos si necesitan una sanación y beneficios materiales o a su Dios, Jesucristo en el que creen, y Quién es la fuente de todas las sanaciones y de la buena salud.

El deseo de llegar a ser Dios es el primer y el segundo pecado en la historia de la creación según está registrado cronológicamente en las Biblia: “Te decías en tu corazón: El cielo escalaré, encima de las estrellas de Dios levantaré mi trono; en el monte de la asamblea me sentaré, en lo último del norte. Subiré a las alturas de las nubes, seré igual que el altísimo” (Is 14: 13-14). La serpiente le dijo a la mujer: "¡No, no moriréis! Antes bien, Dios sabe que en el momento en que comáis se abrirán vuestros ojos y seréis como dioses conocedores del bien y del mal" (Gen 3: 4-5).

La filosofía y la práctica del Yoga están basados en la creencia de que el hombre y Dios son uno. Se enseña a poner el énfasis en uno mismo en lugar de en el Único y Verdadero Dios. Se anima a los que participan a buscar las respuestas a los problemas y cuestiones de la vida en su mente y en su conciencia en vez de buscar soluciones en la Palabra de Dios a través del Espíritu Santo, como sucede en el cristianismo. Se deja a uno, sin lugar a duda, expuesto al engaño del enemigo de Dios que busca víctimas a las que pueda arrancar de Dios y de la Iglesia (IPed 5: 8).

De la mística oriental a la Europa avergonzada de sí misma

En los últimos ocho años, he predicado la palabra de Dios principalmente en los países europeos que en tiempos fueron la cuna del cristianismo, y de donde salieron evangelizadores y misioneros, mártires y santos.

¿Podemos llamar a Europa cristiana ahora? ¿No es cierto que Europa ha borrado de su vida todos sus valores y conceptos cristianos? ¿Por qué se avergüenza Europa de reconocer sus raíces cristianas? ¿Dónde están los valores morales y la ética que desde hace siglos se practicaban en Europa y que fueron llevados a otras civilizaciones y culturas a través de la proclamación valiente del Evangelio de Cristo? ¡Por sus frutos conoceréis el árbol!

Yo creo que estas dudas y confusiones, la apostasía e infidelidad, la frialdad religiosa y la indiferencia han llegado a Europa a partir de que fueron introducidos en Occidente la mística y las meditaciones orientales, las prácticas esotéricas y las de la Nueva Era.

Del yoga a lo demoníaco

En mis retiros carismáticos, la mayoría de los participantes vienen con diferentes problemas morales, espirituales, físicos o psíquicos para ser liberados y sanados y para recibir una nueva vida mediante la fuerza del Espíritu Santo.

Con toda la sinceridad de mi corazón, puedo decir que entre el 80% y el 90% de los participantes han estado en el Yoga, el Reiki, la reencarnación, etc. que son prácticas religiosas orientales. Allí han perdido la fe en Jesucristo y en la Iglesia. En Croacia, Bosnia, Alemania, Austria e Italia he tenido casos claros en los que individuos poseídos por el poder de la oscuridad gritaban “Yo soy Reiki”, “Yo soy el Sr. Yoga”. Ellos mismos se identificaban a estos conceptos como si fueran personas mientras yo dirigía una oración de sanación por ellos. Posteriormente tuve que hacer una oración de liberación sobre ellos para liberarles de la posesión del maligno (cosa que no es primordialmente necesaria). 

Hay personas que dicen: “no hay nada de malo en la práctica de estos ejercicios, basta con no creer en la filosofía que hay detrás”. Sin embargo los promotores del Yoga, Reiki, etc, afirman claramente que la filosofía y la práctica son inseparables.

Por eso un cristiano no puede en ningún caso aceptar la filosofía y la práctica del yoga, ya que el Cristianismo y el Yoga son dos puntos de vista que se excluyen mutuamente. El Cristianismo ve al pecado como el principal problema del hombre, lo considera como un fracaso a la hora de ajustarse tanto a los estándares como al carácter de un Dios moralmente perfecto. El hombre está distanciado de Dios y necesita la reconciliación.

La solución es Jesucristo “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” . Por la muerte de Jesús en la cruz, Dios ha reconciliado consigo al mundo. Ahora llama a los hombres a recibir en libertad todos los frutos de su salvación sólo a través de la fe en Cristo.

A diferencia del Yoga, el Cristianismo ve la redención como un regalo gratuito que sólo puede ser recibido y nunca ganado o alcanzado a través del propio esfuerzo o con obras.
         
Lo que se necesita hoy en Europa y en muchos sitios es la proclamación enérgica del mensaje de Cristo que viene de la Biblia y que es interpretado por la Iglesia para evitar dudas y confusiones que se difunden en Occidente entre muchos cristianos, y llevarles al Camino, la Verdad y la Vida: Jesucristo. Sólo la verdad puede hacernos libres.

Fuente: Fluvium.org