viernes, 22 de noviembre de 2013

MATRIMONIO Y FAMILIA +1

Imagen modificada por el autor de este blog


47. El bienestar de la persona y de la sociedad humana y cristiana está estrechamente ligado a la prosperidad de la comunidad conyugal y familiar. Por eso los cristianos, junto con todos lo que tienen en gran estima a esta comunidad, se alegran sinceramente de los varios medios que permiten hoy a los hombres avanzar en el fomento de esta comunidad de amor y en el respeto a la vida y que ayudan a los esposos y padres en el cumplimiento de su excelsa misión; de ellos esperan, además, los mejores resultados y se afanan por promoverlos.

Sin embargo, la dignidad de esta institución no brilla en todas partes con el mismo esplendor, puesto que está oscurecida por la poligamia, la epidemia del divorcio, el llamado amor libre y otras deformaciones; es más, el amor matrimonial queda frecuentemente profanado por el egoísmo, el hedonismo y los usos ilícitos contra la generación. Por otra parte, la actual situación económico, social-psicológica y civil son origen de fuertes perturbaciones para la familia. En determinadas regiones del universo, finalmente, se observan con preocupación los problemas nacidos del incremento demográfico. Todo lo cual suscita angustia en las conciencias. Y, sin embargo, un hecho muestra bien el vigor y la solidez de la institución matrimonial y familiar: las profundas transformaciones de la sociedad contemporánea, a pesar de las dificultades a que han dado origen, con muchísima frecuencia manifiestan, de varios modos, la verdadera naturaleza de tal institución.

Por tanto el Concilio, con la exposición más clara de algunos puntos capitales de la doctrina de la Iglesia, pretende iluminar y fortalecer a los cristianos y a todos los hombres que se esfuerzan por garantizar y promover la intrínseca dignidad del estado matrimonial y su valor eximio.

El carácter sagrado del matrimonio y de la familia

48. Fundada por el Creador y en posesión de sus propias leyes, la íntima comunidad conyugal de vida y amor se establece sobre la alianza de los cónyuges, es decir, sobre su consentimiento personal e irrevocable. Así, del acto humano por el cual los esposos se dan y se reciben mutuamente, nace, aun ante la sociedad, una institución confirmada por la ley divina. Este vínculo sagrado, en atención al bien tanto de los esposos y de la prole como de la sociedad, no depende de la decisión humana. Pues es el mismo Dios el autor del matrimonio, al cual ha dotado con bienes y fines varios, todo lo cual es de suma importancia para la continuación del género humano, para el provecho personal de cada miembro de la familia y su suerte eterna, para la dignidad, estabilidad, paz y prosperidad de la misma familia y de toda la sociedad humana. Por su índole natural, la institución del matrimonio y el amor conyugal están ordenados por sí mismos a la procreación y a la educación de la prole, con las que se ciñen como con su corona propia. De esta manera, el marido y la mujer, que por el pacto conyugal ya no son dos, sino una sola carne (Mt 19,6), con la unión íntima de sus personas y actividades se ayudan y se sostienen mutuamente, adquieren conciencia de su unidad y la logran cada vez más plenamente. Esta íntima unión, como mutua entrega de dos personas, lo mismo que el bien de los hijos, exigen plena fidelidad conyugal y urgen su indisoluble unidad.

Cristo nuestro Señor bendijo abundantemente este amor multiforme, nacido de la fuente divina de la caridad y que está formado a semejanza de su unión con la Iglesia. Porque así como Dios antiguamente se adelantó a unirse a su pueblo por una alianza de amor y de fidelidad, así ahora el Salvador de los hombres y Esposo de la Iglesia sale al encuentro de los esposos cristianos por medio del sacramento del matrimonio. Además, permanece con ellos para que los esposos, con su mutua entrega, se amen con perpetua fidelidad, como El mismo amó a la Iglesia y se entregó por ella. El genuino amor conyugal es asumido en el amor divino y se rige y enriquece por la virtud redentora de Cristo y la acción salvífica de la Iglesia para conducir eficazmente a los cónyuges a Dios y ayudarlos y fortalecerlos en la sublime misión de la paternidad y la maternidad. Por ello los esposos cristianos, para cumplir dignamente sus deberes de estado, están fortificados y como consagrados por un sacramento especial, con cuya virtud, al cumplir su misión conyugal y familiar, imbuidos del espíritu de Cristo, que satura toda su vida de fe, esperanza y caridad, llegan cada vez más a su propia perfección y a su mutua santificación, y , por tanto, conjuntamente, a la glorificación de Dios.

Gracias precisamente a los padres, que precederán con el ejemplo y la oración en familia, los hijos y aun los demás que viven en el círculo familiar encontrarán más fácilmente el camino del sentido humano, de la salvación y de la santidad. En cuanto a los esposos, ennoblecidos por la dignidad y la función de padre y de madre, realizarán concienzudamente el deber de la educación, principalmente religiosa, que a ellos, sobre todo, compete.

Los hijos, como miembros vivos de la familia, contribuyen, a su manera, a la santificación de los padres. Pues con el agradecimiento, la piedad filial y la confianza corresponderán a los beneficios recibidos de sus padres y, como hijos, los asistirán en las dificultades de la existencia y en la soledad, aceptada con fortaleza de ánimo, será honrada por todos. La familia hará partícipes a otras familias, generosamente, de sus riquezas espirituales. Así es como la familia cristiana, cuyo origen está en el matrimonio, que es imagen y participación de la alianza de amor entre Cristo y la Iglesia, manifestará a todos la presencia viva del Salvador en el mundo y la auténtica naturaleza de la Iglesia, ya por el amor, la generosa fecundidad, la unidad y fidelidad de los esposos, ya por la cooperación amorosa de todos sus miembros.

Del amor conyugal

49. Muchas veces a los novios y a los casados les invita la palabra divina a que alimenten y fomenten el noviazgo con un casto afecto, y el matrimonio con un amor único. Muchos contemporáneos nuestros exaltan también el amor auténtico entre marido y mujer, manifestado de varias maneras según las costumbres honestas de los pueblos y las épocas. Este amor, por ser eminentemente humano, ya que va de persona a persona con el afecto de la voluntad, abarca el bien de toda la persona, y , por tanto, es capaz de enriquecer con una dignidad especial las expresiones del cuerpo y del espíritu y de ennoblecerlas como elementos y señales específicas de la amistad conyugal. El Señor se ha dignado sanar este amor, perfeccionarlo y elevarlo con el don especial de la gracia y la caridad. Un tal amor, asociando a la vez lo humano y lo divino, lleva a los esposos a un don libre y mutuo de sí mismos, comprobado por sentimientos y actos de ternura, e impregna toda su vida; más aún, por su misma generosa actividad crece y se perfecciona. Supera, por tanto, con mucho la inclinación puramente erótica, que, por ser cultivo del egoísmo, se desvanece rápida y lamentablemente.

Esta amor se expresa y perfecciona singularmente con la acción propia del matrimonio. Por ello los actos con los que los esposos se unen íntima y castamente entre sí son honestos y dignos, y, ejecutados de manera verdaderamente humana, significan y favorecen el don recíproco, con el que se enriquecen mutuamente en un clima de gozosa gratitud. Este amor, ratificado por la mutua fidelidad y, sobre todo, por el sacramento de Cristo, es indisolublemente fiel, en cuerpo y mente, en la prosperidad y en la adversidad, y, por tanto, queda excluido de él todo adulterio y divorcio. El reconocimiento obligatorio de la igual dignidad personal del hombre y de la mujer en el mutuo y pleno amor evidencia también claramente la unidad del matrimonio confirmada por el Señor. Para hacer frente con constancia a las obligaciones de esta vocación cristiana se requiere una insigne virtud; por eso los esposos, vigorizados por la gracia para la vida de santidad, cultivarán la firmeza en el amor, la magnanimidad de corazón y el espíritu de sacrificio, pidiéndolos asiduamente en la oración.

Se apreciará más hondamente el genuino amor conyugal y se formará una opinión pública sana acerca de él si los esposos cristianos sobresalen con el testimonio de su fidelidad y armonía en el mutuo amor y en el cuidado por la educación de sus hijos y si participan en la necesaria renovación cultural, psicológica y social en favor del matrimonio y de la familia. Hay que formar a los jóvenes, a tiempo y convenientemente, sobre la dignidad, función y ejercicio del amor conyugal, y esto preferentemente en el seno de la misma familia. Así, educados en el culto de la castidad, podrán pasar, a la edad conveniente, de un honesto noviazgo al matrimonio.

Fecundidad del matrimonio

50. El matrimonio y el amor conyugal están ordenados por su propia naturaleza a la procreación y educación de la prole. Los hijos son, sin duda, el don más excelente del matrimonio y contribuyen sobremanera al bien de los propios padres. El mismo Dios, que dijo: "No es bueno que el hombre esté solo" (Gen 2,18), y que "desde el principio ... hizo al hombre varón y mujer" (Mt 19,4), queriendo comunicarle una participación especial en su propia obra creadora, bendijo al varón y a la mujer diciendo: "Creced y multiplicaos" (Gen 1,28). De aquí que el cultivo auténtico del amor conyugal y toda la estructura de la vida familiar que de él deriva, sin dejar de lado los demás fines del matrimonio, tienden a capacitar a los esposos para cooperar con fortaleza de espíritu con el amor del Creador y del Salvador, quien por medio de ellos aumenta y enriquece diariamente a su propia familia.

En el deber de transmitir la vida humana y de educarla, lo cual hay que considerar como su propia misión, los cónyuges saben que son cooperadores del amor de Dios Creador y como sus intérpretes. Por eso, con responsabilidad humana y cristiana cumplirán su misión y con dócil reverencia hacia Dios se esforzarán ambos, de común acuerdo y común esfuerzo, por formarse un juicio recto, atendiendo tanto a su propio bien personal como al bien de los hijos, ya nacidos o todavía por venir, discerniendo las circunstancias de los tiempos y del estado de vida tanto materiales como espirituales, y, finalmente, teniendo en cuanta el bien de la comunidad familiar, de la sociedad temporal y de la propia Iglesia. Este juicio, en último término, deben formarlo ante Dios los esposos personalmente. En su modo de obrar, los esposos cristianos sean conscientes de que no pueden proceder a su antojo, sino que siempre deben regirse por la conciencia, lo cual ha de ajustarse a la ley divina misma, dóciles al Magisterio de la Iglesia, que interpreta auténticamente esta ley a la luz del Evangelio. Dicha ley divina muestra el pleno sentido del amor conyugal, lo protege e impulsa a la perfección genuinamente humana del mismo. Así, los esposos cristianos, confiados en la divina Providencia cultivando el espíritu de sacrificio, glorifican al Creador y tienden a la perfección en Cristo cuando con generosa, humana y cristiana responsabilidad cumplen su misión procreadora. Entre los cónyuges que cumplen de este modo la misión que Dios les ha confiado, son dignos de mención muy especial los que de común acuerdo, bien ponderado, aceptan con magnanimidad una prole más numerosa para educarla dignamente.

Pero el matrimonio no ha sido instituido solamente para la procreación, sino que la propia naturaleza del vínculo indisoluble entre las personas y el bien de la prole requieren que también el amor mutuo de los esposos mismos se manifieste, progrese y vaya madurando ordenadamente. Por eso, aunque la descendencia, tan deseada muchas veces, falte, sigue en pie el matrimonio como intimidad y comunión total de la vida y conserva su valor e indisolubilidad.


El amor conyugal debe compaginarse con el respeto a la vida humana




51. El Concilio sabe que los esposos, al ordenar armoniosamente su vida conyugal, con frecuencia se encuentran impedidos por algunas circunstancias actuales de la vida, y pueden hallarse en situaciones en las que el número de hijos, al manos por ciento tiempo, no puede aumentarse, y el cultivo del amor fiel y la plena intimidad de vida tienen sus dificultades para mantenerse. Cuando la intimidad conyugal se interrumpe, puede no raras veces correr riesgos la fidelidad y quedar comprometido el bien de la prole, porque entonces la educación de los hijos y la fortaleza necesaria para aceptar los que vengan quedan en peligro.

Hay quienes se atreven a dar soluciones inmorales a estos problemas; más aún, ni siquiera retroceden ante el homicidio; la Iglesia, sin embargo, recuerda que no puede hacer contradicción verdadera entre las leyes divinas de la transmisión obligatoria de la vida y del fomento del genuino amor conyugal.

Pues Dios, Señor de la vida, ha confiado a los hombres la insigne misión de conservar la vida, misión que ha de llevarse a cabo de modo digno del hombre. Por tanto, la vida desde su concepción ha de ser salvaguardada con el máximo cuidado; el aborto y el infanticidio son crímenes abominables. La índole sexual del hombre y la facultad generativa humana superan admirablemente lo que de esto existe en los grados inferiores de vida; por tanto, los mismos actos propios de la vida conyugal, ordenados según la genuina dignidad humana, deben ser respetados con gran reverencia. Cuando se trata, pues, de conjugar el amor conyugal con la responsable transmisión de la vida, la índole moral de la conducta no depende solamente de la sincera intención y apreciación de los motivos, sino que debe determinarse con criterios objetivos tomados de la naturaleza de la persona y de sus actos, criterios que mantienen íntegro el sentido de la mutua entrega y de la humana procreación, entretejidos con el amor verdadero; esto es imposible sin cultivar sinceramente la virtud de la castidad conyugal. No es lícito a los hijos de la Iglesia, fundados en estos principios, ir por caminos que el Magisterio, al explicar la ley divina reprueba sobre la regulación de la natalidad.

Tengan todos entendido que la vida de los hombres y la misión de transmitirla no se limita a este mundo, ni puede ser conmensurada y entendida a este solo nivel, sino que siempre mira el destino eterno de los hombres.

El progreso del matrimonio y de la familia, obra de todos

52. La familia es escuela del más rico humanismo. Para que pueda lograr la plenitud de su vida y misión se requieren un clima de benévola comunicación y unión de propósitos entre los cónyuges y una cuidadosa cooperación de los padres en la educación de los hijos. La activa presencia del padre contribuye sobremanera a la formación de los hijos; pero también debe asegurarse el cuidado de la madre en el hogar, que necesitan principalmente los niños menores, sin dejar por eso a un lado la legítima promoción social de la mujer. La educación de los hijos ha de ser tal, que al llegar a la edad adulta puedan, con pleno sentido de la responsabilidad, seguir la vocación, aun la sagrada, y escoger estado de vida; y si éste es el matrimonio, puedan fundar una familia propia en condiciones morales, sociales y económicas adecuadas. Es propio de los padres o de los tutores guiar a los jóvenes con prudentes consejos, que ellos deben oír con gusto, al tratar de fundar una familia, evitando, sin embargo, toda coacción directa o indirecta que les lleve a casarse o a elegir determinada persona.

Así, la familia, en la que distintas generaciones coinciden y se ayudan mutuamente a lograr una mayor sabiduría y a armonizar los derechos de las personas con las demás exigencias de la vida social, constituye el fundamente de la sociedad. Por ello todos los que influyen en las comunidades y grupos sociales deben contribuir eficazmente al progreso del matrimonio y de la familia. El poder civil ha de considerar obligación suya sagrada reconocer la verdadera naturaleza del matrimonio y de la familia, protegerla y ayudarla, asegurar la moralidad pública y favorecer la prosperidad doméstica. Hay que salvaguardar el derecho de los padres a procrear y a educar en el seno de la familia a sus hijos. Se debe proteger con legislación adecuada y diversas instituciones y ayudar de forma suficiente a aquellos que desgraciadamente carecen del bien de una familia propia.

Los cristianos, rescatando el tiempo presente y distinguiendo lo eterno de lo pasajero, promuevan con diligencia los bienes del matrimonio y de la familia así con el testimonio de la propia vida como con la acción concorde con los hombres de buena voluntad, y de esta forma, suprimidas las dificultades, satisfarán las necesidades de la familia y las ventajas adecuadas a los nuevos tiempos. Para obtener este fin ayudarán mucho el sentido cristiano de los fieles, la recta conciencia moral de los hombres y la sabiduría y competencia de las personas versadas en las ciencias sagradas.

Los científicos, principalmente los biólogos, los médicos, los sociólogos y los psicólogos, pueden contribuir mucho al bien del matrimonio y de la familia y a la paz de las conciencias si se esfuerzan por aclarar más a fondo, con estudios convergentes, las diversas circunstancias favorables a la honesta ordenación de la procreación humana.

Pertenece a los sacerdotes, debidamente preparados en el tema de la familia, fomentar la vocación de los esposos en la vida conyugal y familiar con distintos medios pastorales, con la predicación de la palabra de Dios, con el culto litúrgico y otras ayudas espirituales; fortalecerlos humana y pacientemente en las dificultades y confortarlos en la caridad para que formen familias realmente espléndidas.

Las diversas obras, especialmente las asociaciones familiares, pondrán todo el empeño posible en instruir a los jóvenes y a los cónyuges mismos, principalmente a los recién casados, en la doctrina y en la acción y en formarlos para la vida familiar, social y apostólica.

Los propios cónyuges, finalmente, hechos a imagen de Dios vivo y constituidos en el verdadero orden de personas, vivan unidos, con el mismo cariño, modo de pensar idéntico y mutua santidad, para que, habiendo seguido a Cristo, principio de vida, en los gozos y sacrificios de su vocación por medio de su fiel amor, sean testigos de aquel misterio de amor que el Señor con su muerte y resurrección reveló al mundo.

Fuente: Gaudium et Spes, C.V.II

Dios los bendiga

sábado, 9 de noviembre de 2013

EL AMOR +1


Imagen modificada por el autor de este blog


Recordemos este bellísimo pasaje tomado de la 1ra Carta de San Pablo a los Corintios 13: 4-8  

"EL AMOR ES... paciente, es servicial, no es envidioso, no es presumido, no es vanidoso, no es mal educado, no es egoísta, no se irrita, no lleva cuentas del mal, no se alegra por la injusticia, se alegra por la verdad, disculpa todo, cree todo, espera todo, aguanta todo, EL AMOR, JAMÁS SE ACABA!"




EL AMOR ES... PACIENTE

La paciencia, el primer rasgo Paulino señalado a la caridad combina estas cuatro cualidades: la ternura, la tranquilidad, la perseverancia y la excelencia. 

1. La ternura proviene de esa dulzura y delicadeza que es la ternura. La observamos y vemos encumbrarse en las mamás. Cada hijo recordará casos especiales de la ternura materna. Mi mamá, para que no me fuera a hacer daño la nieve, cada vez que la comía me decía: "Cuidado, hijito, caliéntala en la boca". Siempre a cada bocado de nieve le agrego el sabor exquisito de la ternura de mi madre. 

2. La tranquilidad descubre ese amor paciente contrapuesto a impaciente, no precipitado; toma todo el tiempo necesario porque lo importante es lograr el bien y no desbaratarlo por la prisa. En esto destacan los maestros. Cada alumno atesorará la tranquilidad con que su maestro lo estimuló a aprender hasta conseguir dibujar una sonrisa simultánea de satisfacción. 

3. La perseverancia es inseparable de la paciencia: brillo meritorio de los médicos: sea velando junto al lecho del enfermo, sea en la agotadora tarea del quirófano, o en la búsqueda insistente del remedio, consagran su vida a donar el gran bien de la salud. ¡Dichosos los "pacientes" a quienes atiende un médico todavía mas "paciente"...! 

4. Pero el amor perfecto no para, hasta hacer el bien completo. No como salga, ni a medias, sino acabado y excelente. El ejemplo es de los artistas. No terminan, hasta que terminan muy bien. El que tiene caridad, con paciencia, es el artista del amor, amar es el arte de las artes. Si no expresa dedicación paciente, que llega hasta lo supremo, no es amor. Como el de Dios, como el de Jesús, como el de María, que no saben darse si no se dan en forma total... 

EL AMOR ES... SERVICIAL 

1. Servicial, servidor, sirviente y siervo, son términos claramente diferentes, pero relacionados con la misma realidad; la de una persona que presta un servicio. En el uso ordinario, en cambio, marcan cierto declive de categorías, siguiendo un descenso en el nivel social, llevando algo de aprecio el primero hasta llegar a un tono despectivo al usar el último. 

2. En nuestros mismos tiempos democráticos, muchos servicios se menosprecian: de plano todo trabajo servil, se desempeña sin inspiración social, se deja para la ínfima clase, se paga mal y se agradece muy poco, etc. Habrá que preguntar en serio: ¿será el servicio signo de amor? ciertamente lo es, si hacemos nuestra pregunta a JESUCRISTO y a través de El al PADRE. 

3. En Jesús ha aparecido una nueva noción de servicio. Pues El siendo Dios se hizo siervo. Vino a servir no por dar lo que El quería dar, o lo que le sobraba, o le cautivara adeptas; por eso, no vino a ser servido; sino a servir, dando al hombre lo que necesita, lo que realiza integralmente, su libertad y dignidad. Se hizo hombre como él, para hacerlo Hijo de Dios como El. Según Jesús, servir es, darle al otro lo que más le sirve. Si no le sirve, no está servido 

4. El Padre, Creador y Señor, sirve al hombre mientras más lo ama; no rastrera ni servilmente; con señorío, con nobleza, mientras más lo ama, más le concede lo que necesita: su ser, sus facultades, sus medios de subsistencia, su vida eterna, etc. El amor de Dios está en esa proporción: le da al hombre lo que más le sirve: Le dio a su propio HIJO... 

EL AMOR NO ES... ENVIDIOSO 

Encontramos aquí, dos aplicaciones actuales: 

1. La verdadera caridad a nadie permite sentirse "menos". "Al realizar el bien no deja caer en las nocivas o dañinas comparaciones". 

Para San Agustín la envidia es: "disgusto por el bien ajeno" Entonces, si el bien ajeno, por la envidia se vuelve tormento, la caridad auténtica , que busca el bien ajeno, la vuelve contento. Los envidiosos siempre criticarán toda obra buena. Los caritativos siempre aplaudirán toda ayuda al necesitado. Judas criticó el derroche de María, quien ungió con ungüento precioso los pies de Jesús, con el pretexto de lo mucho que su precio habría servido a los pobres. Juan, testigo y comentarista, descubrió que más que interesarle los pobres, le dolía el despilfarro que lo privaba de recibirlo él mismo. Así se desenmascaran cuantos promueven obras en beneficio de la comunidad, buscando su bien personal, víctimas de la envidia defraudan con proyectos a favor del pueblo, cuando lo que buscan es no ser "menos" en comparación con otros. 

2. Otro caso que se previene y evita con la verdadera caridad, es el de la competencia entre organismos o grupos dedicados a obras sociales. 

Lejos de impedir que otros hagan el bien, se da el buen testimonio de la caridad, cuando se prestan ayuda mutua, se recomiendan, se complementan y se proporcionan información y materiales útiles. En muchos aspectos, a veces, no podemos realizar obras de más envergadura, porque cada quien "trabaja para su santo" mantenemos a manera de islas agrupaciones autosuficientes. Los problemas se resolverían bastante mejor si tuviéramos más espíritu de asociación y esa caridad que no es... ¡envidiosa! 

EL AMOR NO ES... PRESUMIDO 

Aparecen automáticamente: la humildad y la discreción: 

1. La belleza inefable de la humildad en el amor se da, según el mismo S. Pablo, en la sublimidad del misterio de la encarnación: contempla extasiado y se arrebata de admitación ante el "anonadamiento" del Verbo quien "siendo DIOS no retuvo con avidez ser igual a Dios sino que (al hacerse hombre) se hizo como nada para tomar la condición de siervo". En ese "anonadamiento" Pablo proclama sorprendido, la originalidad del amor de Jesús, quien haciendo el máximo beneficio esconde humildemente todo su merecimiento. 

"Yo no busco mi gloria" declara posteriormente Jesús. Qué lejos de eso queda la proclamación publicitaria de las buenas obras modernas: fotos, anuncios, propaganda. ¡Cuánto gasto en preparativos de festejos caritativos que resultan de tan corta ganancia! ¡Cuánta organización lujosa y tardada, en algunos planes de administración pública que antes de llegar con el beneficio real al pueblo, gasta el presupuesto en edificios, oficinas, estructuras, red infinita de empleados, pero con mucho renombre para el logotipo del organismo...!

2. La discreción aumenta la belleza de la acción caritativa. Aprendemos del Maestro en sus recomendaciones: "no lo digas a nadie" después de un gran favor; o para la limosna: "que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha" o para alcanzar la recompensa del Padre: "cuiden de no practicar la justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos". 

Como discípulos de este Maestro, nuestra motivación para hacer el bien, ha de tener una belleza espiritual, oculta, secreta, interna, porque es Dios quien ve lo secreto y Jesús quien se oculta siempre en nuestro hermano... 

EL AMOR NO ES... VANIDOSO 

Entre el amor que no presume y el amor-no vanidoso, hay una clara diferencia: la presunción hace notar un mérito real; la vanidad finge un mérito inexistente. 

1. Es importante notario porque en nuestra vida social estamos llenos de casos de quienes, sin tocar para nada sus propiedades, han fincado su fama de benefactores del pueblo sin tocar sus propios bienes, antes lejos de empobrecerse han logrado enriquecerse más y no tienen empacho en recibir el aplauso y los elogios que no les corresponden. La Biblia los retrata con el terrible caso del rico que arrebató al pobre su única ovejita para ofrecer un banquete y conseguir la gratitud del agasajado. 

2. Cómo es tierno y vibrante, por otro lado, el caso de la limosna de la viuda quien en forma secreta depositó en la alcancía para los pobres, lo poco y único que tenía, mereciendo aquel precioso elogio de Cristo: "ésta dio más que los demás; ellos han echado dinero que les sobraba...; ella lo que necesitaba para vivir" (Mt.13:43-44). Claramente se siente anticristiano el modo de los que se paran el cuello con lo ajeno; usan el dinero del pueblo y logran su prosperidad personal y encumbramiento, con fama injusta y falsa de beneméritos... 

Profundizando en el sentido cristiano de dimensión social, descubriremos que, aunque la providencia nos hubiera enriquecido con grandes bienes de fortuna y un corazón generoso, ni aún entonces, nadie podría ni debería gloriarse: "¿qué tienes que no hayas recibido? y si lo recibiste, ¿porqué eres tan vanidoso, como si no lo hubieras recibido?" (1 a, Cor. 4:7) En fin de cuentas, la única gloria es solo para Aquel, que nos da, para dar.

EL AMOR NO ES... MAL EDUCADO 

Cierta belleza de la religión católica aparece en su elegancia, su distinción, su finura y su gentileza. Su liturgia expone su clara elegancia. Su lenguaje, aunque no excluye confianza, siempre usa términos distinguidos. Su arte ha producido lo más fino y excelente y ante todo su trato nunca ha sido vulgar, sino comedido y gentil. En suma, bien educado... 

Si eso es nuestra religión en forma global, debe serio más la suprema de sus virtudes: la caridad que alcance su excelencia ha de ser ¡BIEN-EDUCADA! 

1. Cuando el Maestro nos enseñó a "poner la otra mejilla" "a dar el manto también a quien te quite la túnica" o cuando propuso el consejo supremo de "amar a nuestros enemigos" estaba llegando a la raíz de la gentileza en la caridad. Estaba dando clase de urbanidad. El amor nuevo que nos enseñó, lo distinguió también por su buena educación. 

2. Grandes kilates de caridad se reconocen siempre en nuestras palabras. la buena educación no solo es muestra de calidad humana; ante todo, es signo de caridad cristiana. Las groserías e insultos, no son solo malos modales; son además, faltas de caridad. Jesús pone las palabras ofensivas como raíz del "no matarás"... 

3. Da especial pesar ver que muchos jóvenes y aún adultos, no saben "dar las gracia!" Elemental falta de educación. Marca de un doloroso sentimiento de altivez y rencor. nuestra religión nos inculca la gratitud, como un indispensable sentimiento con Dios. Reconocer el amor que recibimos, nos educa a mostrar un amor humilde y comedido: la gratitud no es sino la buena educación del amor... 

EL AMOR NO ES... EGOÍSTA 

El amor sin egoísmos nos encauza a triple vertiente: 

A. Nos enseña a compartir: Siempre nos enriquecemos cuando compartimos. Profunda es la enseñanza de Cristo: "dad y se os dará" Lo comprueba uno mientras más se desprende, con generosidad, de lo suyo o de sí mismo. Y no hay satisfacción más grande que la de dar... es más grande que la de recibir. Quien esto practica es, además, semejante a Dios... 

B. Nos ayuda a integrarnos: En la vida cristiana, como en la vida social, el bien se realiza mejor, si nos ayudamos unos a otros. "Juntos lo hacemos mejor" se ha dicho. El mismo bien crece en la medida en que crece la mutua cooperación. 

Mientras mayores el bien que intentamos, advertimos que el "ego" va desapareciendo, para fortalecernos con ello nosotros" que lo va supliendo. Mientras mas amemos, mas comunitariamente lo expresaremos, 

C. Nos dispone a tomar el lugar del "otro": El verdadero amor deja el "Yo" para ir al lugar de "Él". Lo quiso expresar claramente Jesús al enseñarnos la hermosa parábola del Buen Samaritano: el que pasando junto al herido a la orilla del camino, se, le acercó y viéndolo se compadeció de "él"...Acercarse, compadecerse, no es otra cosa que ponerse en el lugar del necesitado, tomar su lugar. No pensar en "sí" para dar de "sí"...A "él". Gozosamente a ÉL. 

EL AMOR... NO SE IRRITA 

Bien templado el amor, es ajeno a toda ira, disgusto, coraje o irritación. 

A. Cuando se pide un favor se recurre a la bondad o caridad de una persona. ¡Qué triste es tener por todo resultado un rotundo NO! A veces, no solo rotundo, sino seco y frío; cuántas otras veces, comprobamos que hay personas casi identificadas con ese NO ¡despectivo e intransigente! Personas siempre negativas. Amargadas, con el sabor del NO siempre en sus labios; con la actitud de rechazo en su corazón. Han puesto un candado para que no salga, para que no brote, la caridad de su corazón. 

B. Equivalente a la actitud negativa es la "malhumorada". La "mala gana" o "mal modo" desbarata o empaña o casi destruye el favor o la buena acción. Quien hace donativos, limosnas o favores, con disgusto 0 mala cara, parece arrancarnos más de su avaricia que de su caridad; saben más a frutos agrios que a frutos dulces. En cambio, aún cuando se deba una negativa, el "buen modo" de darla la vuelve aceptable. 

C. Cuando se perdona o se disculpa, lo grandioso o sublime del perdón consiste en hacer sentir, no el disgusto ni el coraje, por la ofensa recibida, sino la bondad del corazón, por la reconciliación obtenida: como Jesús que, en lugar de reclamar acremente a Pedro, sus negaciones, lo obligó a hacerle una triple declaración de "amor". La caridad de Cristo encendió la caridad de Pedro. El amor que no se irrita moldea al cristiano a que, como Cristo sepa tener un "buen corazón" un corazón semejante al SUYO. 

EL AMOR... NO LLEVA CUENTA DEL MAL 

A. Hay una expresión bastante conocida, muy espontánea. Si nos molestan, fastidian o nos ofenden, surge la sentencia popular y personal: ¡ME LA PAGAS! O ¡VAS A VER! Y las más de las veces se acompaña con un signo bien reconocido: se muestra la palma de la mano moviéndola hacia adelante y hacia atrás marcando con esa señal el énfasis que se quiere imprimir a la inquebrantable amenaza...En ese caso el "cobrador" de la dignidad ofendida, se vuelve nuevo intérprete de la Ley del Talión, o sea la ley mosaica que establecía "ojo por ojo" "diente por diente". 

B. Esta fórmula en las relaciones humanas intenta guardar el orden en la justicia casi matemática y material. Una justicia que exige con medida exacta, la cantidad de pena, por la cantidad de culpa. En cambio la caridad supera enormemente la justicia, no en la cantidad, sino en la calidad. Cambia el orden matemático, por el orden afectivo. por eso, la caridad no lleva cuentas... la caridad no sabe contar... 

C. "Perdono, pero no olvido" es otra frase demasiado común. Falsa y contradictoria.Terriblemente anticristiano. El pretendido perdón declarado se viene por tierra, si con la memoria seguimos llevando la "cuenta" de los agravios. Qué diferente el ejemplo de N. Sr. Jesucristo quien no solo olvidaba las ofensas sino que lograba encontrarles explicación y disculpa. En el momento culminante de su amor, desde la Cruz, nos legó el testamento invaluable de aquella Palabra Divina, a favor de sus verdugos, excediendo toda justicia y revelando la máxima caridad cuando dijo: "PERDONALOS, PADRE, POROUE NO SABEN LO QUE HACEN..."

EL AMOR... NO SE ALEGRA POR LA INJUSTICIA 

I- Todos los malvados, registrados por la historia y amplificados por las leyendas populares como Herodes, Nerón, Iván el Terrible, Pedro el Cruel, etc., encabezan una repugnante lista a la que se agregan los Tiranos, los verdugos, los secuestradores, los atormentadores de las prisiones, los capataces en campos de concentración y muy vergonzantemente la completan en nuestros tiempos que ya reconocen y defienden los Derechos Humanos, los que aplican la tortura despiadada, los que atropellan y golpean a los indefensos, los machistas que subyugan a las mujeres, los mayores (peor si son los propios padres) que maltratan y ultrajan a los niños, etc. 

Todos ellos que parecen no tener alma, ni corazón, sino solo sentimientos para "gozarse en la desgracia ajena..." son precisamente lo opuesto a lo recomendado por S. Pablo. 

II- Es duro pensar que en esa lista entran todas esas personas, que por atender solo a su "conveniencia", no advierten o aceptan el mal necesario que se sigue a otras personas. Por ejemplo, todos los que cometen el aborto: se alegran de encontrarlo como remedio propio, aunque se siga para otros una tremenda injusticia: los legisladores, resultan opresores; los doctores, destructores, y las propias madres, cuyo cuerpo es destinado a ser cuna de vida, es convertido en sepulcro de muerte. Caso parecido el de los maestros o malos amigos, quienes con su enseñanza se alegran de "abrirles los ojos" a los que por su edad o condición más bien escandalizan, con un trauma o daño irreparable para toda la vida. 0 los buenos para pedir prestado y malos para pagar. 0 prestamistas implacables, con sus deudores imposibilitados. Unico remedio, el amor... que no se alegre con la injusticia. 

EL AMOR... SE ALEGRA CON LA VERDAD 

El amor siempre es motivo de alegría. Pues el amor, es hallazgo. ¡Y nada se encuentra con mayor gozo que la verdad! verdad hallada: o en la propia persona o en otra o en Dios. 

A. ¡Qué gozo extraordinario hallarla en nosotros mismos! sucede, cuando advertimos o aceptamos nuestro error o equivocación: entramos a la luz; salimos a la libertad; ganamos en seguridad. Se nos aplica el gozo descrito en el Evangelio en quien descubre un tesoro, en el ciego que ve. No hay riqueza que se posea con mayor fruición con deseo tan íntimo de no perderla nunca. ¡Todo el que ama... ama la "verdad"! 

B. Es especialmente cristiano el gozó que nos da otra persona por el bien que recibe. Se comparte tan generosamente que el mismo bien ajeno se vuelve bien propio. Como el descrito en el Padre del "hijo pródigo": el gozo del encuentro es el mismo para el "padre " como para el "hijo", se alegran juntos, en el amor "perdido y hallado, muerto y resucitado" 0 bien, el pastor de la oveja perdida quien cerebral e invita a sus amigos a celebrar, como suyo, el gozo de la oveja que vuelve al redil. Así goza el que ve al amigo libre de penas, de enfermedades, de líos, de calumnias, de deudas, etc. 

C. El gozo del encuentro con una verdad que nos revele a Dios, es algo incomparable. Yo creo que todos lo hemos experimentado; pero lo describiría en la incontenible sensación que han tenido los genios de los inventores, quienes no han hecho otra cosa, que extraer algún secreto a la naturaleza y regocijarse de reconocer en él al autor que lo dejó ahí escondido para hablarnos de su magnificencia; ese es el sentido jubiloso que expresó San Agustín: "nuestro corazón está inquieto... hasta descansar en Ti" 

EL AMOR... DISCULPA TODO 

Cuando se afirma esto del amor cristiano se puede de él esperar lo inesperado... jamás hubiera alguien pensado que el amor llegaría hasta los enemigos. 

Y es que, el amor como viene de Dios y lleva hasta Dios, es como El: sin principio ni fin; sin espacios, sin límites, sin distinciones. Es todo, para todos. 

Por eso Jesús proclamó la bondad de su Padre, cuando lo presentó sacando su sol para los buenos y los malos y enviando su lluvia a los justos y a los injustos. Ya vemos la razón por la que, el amor.. lo disculpa todo. 

A. ¡Disculpamos, por amor: las pequeñeces... grandes! 

Esos detalles agrandados por nuestra susceptibilidad. Cuántas amistades terminaron para siempre porque "no me saludó" o no volteó a mirarme" o "no me invitaron" etc.

B. Disculpamos, por amor: las ofensas involuntarias 0 inadvertidas. En tantos casos, duelen de verdad a quien las cometió y necesita una "ayudadita" para disculparse. Bella nobleza abrirle la puerta al que quiere nuestra disculpa. 

C. Disculpamos, por amor, a nuestros verdaderos amigos. Nuestro corazón, en nombre de tal amistad, no permite y no acepta nunca que algo pueda herirnos, molestarnos y menos aún, disgustarnos para siempre. Ingenio, arte, paciencia, calidad humana, humildad, todo lo intentaremos a fin de disculpar a nuestros amigos y bienhechores. 

D. Disculpamos, por amor, (de Dios) a nuestros enemigos. Clara contradicción amar al enemigo. ¿Cómo se arregla? Dios me ama a mí pecador, -su enemigo- cuando me perdona, si me arrepiento. Si espero su amor, ya creo en el perdón a los enemigos. Nadie puede rogar a Dios, si no dice, como nos enseñó: "PERDÓNANOS, COMO NOSOTROS PERDONAMOS"... 

EL AMOR... CREE TODO 

Así como dicen que dijo Napoleón, que en su diccionario no existía la palabra " imposible"; así creo que en el lenguaje del amor cristiano tampoco existe la palabra " increíble" y yo digo que esto lo dijo Jesús rotundamente: " todo es posible para quien cree" (Mc.9:23). 

A. Así que no podremos menos que reconocer la fuerza conquistadora del amor. Como el amor es capaz de todo, produce una fe total. Por ejemplo, los esposos con su amor, mantienen su fidelidad viva; para ellos, creerse es amarse; los padres, no tienen mejor refuerzo para su autoridad que el amor que muestran a sus hijos y los hijos obtienen todo el crédito de sus padres, según la sinceridad de su amor a ellos no digamos los novios, que ponen toda la belleza de su amor y de sus declaraciones en la confianza mutua que se exigen para cumplir todas sus promesas. 

B. Cuando se dice que el amor es ciego se pone todavía más fuerte el acento en una tal aceptación amorosa, que no necesita ni hacer el análisis de sus razones, según el conocido aforisma de Pascal: 

"El corazón tiene razones, que la razón no conoce" 

Jesús fue llamado por las hermanas de Lázaro con esta razón: el que amas esta enfermo. Llegando dijo a Martha: "Tu hermano resucitará", ¿crees tú esto? ella dio una razón bíblica. En cambio Jesús preparaba ya la razón del corazón y Lázaro resucitó. 

Desde el paganismo, con el gran vate Virgilio, el corazón ha afirmado "amor omnia vincit" "el amor todo lo vence" y el pueblo con su profunda sabiduría ha refrendado: "querer, es poder" respaldan a San Pablo, pues si el amor lo puede todo, ha de creerlo todo. El amor, necesita pasar por la fe, para llegar a su cumplimiento. Que "obras son amores... y no buenas razones."

EL AMOR... ESPERA TODO 

I. Es obvia la conexión que existe entre creer y esperar. A veces hasta se quieren confundir; pero son claras dos cosas:

1º. que la fe, va primero y la esperanza va después, una antecede, la otra prosigue;

2o. que la fe es intelectual y pertenece al conocimiento, mientras que la esperanza es emotiva y pertenece a las pasiones. Así que la fe presenta y la esperanza busca. 

II. Hay un término que, en boca del pueblo, no muy amante de las distinciones precisas, reúne los dos significados: "confiar" 0 "confianza", o abarcan a la vez fe-esperanza; o se tornan indistintamente por la una o por la otra: así, al decir confío en el Señor, casi casi es igual a decir: creo en el Señor o espero en el Señor; como también equivaldría a decir: porque creo en el Señor, por eso espero en el Señor. 

III. Las dos anteriores consideraciones son de orden teórico pero ayudan en el orden práctico. La aplicación sería que si el amor que lo cree todo, por lógica, lo espera todo. ¿Cómo explicar entonces la inconsecuencia de creer en Dios y dudar de El? sencillamente porque la fe es total y la espera parcial. Se acepta a Dios globalmente, pero se duda o de su poder o de su palabra o de su amor. 

IV. Es el amor el que lo abarca todo: como en María: "Dichosa tú que has creído, pues se te cumplirá todo lo que te dijo el Señor" Como en Pedro, cuyo amor grande, lo llevaba a esperarlo todo y lo hizo decir: "pasamos ya toda la noche sin pescar, pero por tu palabra, Maestro, tiraré la red" y se realizó la inesperada pesca milagrosa.. La del amor confiado... 

El amor que espera todo, ¡moverá montañas!, ¡moverá a Dios! 

EL AMOR... AGUANTA TODO 

Jesucristo, con su ejemplo formidable y sublime, bastaría para darnos la prueba total del amor que soporta todo. En su nacimiento, en su vida oculta, en su vida pública y más que nada, en su pasión y en su Santísima muerte. Sólo que los ejemplos muy elevados en la perfección llegamos a sentirlos tan lejanos de nuestra capacidad que desearíamos algunos más cercanos o por el tiempo o por mayor semejanza con nuestra fragilidad. Aún cuando los primeros no dejan de tener su validez e inspiración, los segundos nos infunden mayor realismo y convicción. 

1. Más a nuestro alcance está el ejemplo de JUAN DIEGO, en la hermosa historia de las apariciones, guadalupanas. Se presiente que el plan de la Providencia quería entretejer todas las dificultades y contratiempos desde el obispo Zumárraga, hasta el tío Juan Bernardino, para encender más su amor por María, cuyo pregonero incansable debía ser. 

2. Los Apóstoles en su tiempo y los misioneros en nuestra historia, fueron tan frágiles como nosotros; el Evangelio atestigua los defectos de aquellos y nuestras crónicas las fallas humanas de éstos. Sin embargo a la hora de cumplir su misión, arrebatados por un amor nuevo, se volvieron superhombres, que arrastraron graves penalidades, sobrellevaron las más duras pruebas y enfrentaron gozosamente la muerte. 

3. Sea nuestro aliento e inspiración, ver que aguantar no solo es sinónimo de sufrir, padecer o resignarse, lo cuál en sí sería pasivo y negativo; sino que adquiere, por el amor, un sentido activo y dinámico de luchar, de intentar, de perseverar y hasta de lograr y conquistar. En ese sentido, con un triunfalismo de amor cristiano San Pablo ha podido exclamar: "Todo lo puedo en Aquel que me conforta" (Filip.4:13).

EL AMOR... JAMÁS SE ACABA 

Una canción cuyo autor de letra desconozco, pero que al cantarla JOSE-JOSE ha alcanzado cierta fama y difusión, con el título EL AMOR ACABA y el desarrollo de ese tema a lo largo de toda la pieza, es la más fuerte negación y la más directa contradicción de la afirmación de San Pablo, con la que, inspirado por Dios, concluye, cierra y remata la estupenda y maravillosa serie de "variaciones" que ha señalado a la "caridad" o al amor cristiano. 

Imposibilitado, por razón de espacio a comentar comparativamente verso por verso, como me hubiera gustado hacerlo, selecciono 4 de ellos, más representativos del tema: 

Texto: Porque el corazón de darse llega un día en que se parte, el amor acaba. 
Comentario: Porque el "corazón" no es carne ni lo espiritual se parte, el amor no acaba. 

Texto: Porque se vuelven cadenas lo que fueron cintas blancas, el amor acaba. 
Comentario: Porque jamás son cadenas los lazos libres del alma, el amor no acaba. 

Texto: Porque llega a ser rutina la caricia mas divina, el amor acaba. 
Comentario: Porque algo que es divino por lo nuevo, nos fascina, el amor no acaba. 

Texto: Porque mueren los deseos por la carne y por el beso, el amor acaba. 
Comentario: Porque el alma se embelesa sin la carne y sin los besos, el amor no acaba. 

Como todos pueden fácilmente advertir, el amor alcanza la dimensión de la base que se le haya puesto. 

Si se apoya en lo carnal, no puede ser más que efímero, fugaz, pasajero, tornadizo y falaz, como es la carne y lo material y... se acaba... naturalmente.

Pero si se apoya en lo espiritual y se apoya en la verdad, que viene de Dios y lleva hasta Dios, entonces es duradero, firme, fiel, creciente, arrebatador, creativo, siempre antiguo y siempre nuevo y ... 

JAMÁS ACABA... porque es obra y don de Dios. 

Fuente: Laverdadcatólica y Catholic.net
(Folleto EVC No. 624)

SACRAMENTO DE LA CARIDAD

Imagen por: Iglesia Católica Romana


Llamar a la Eucaristía "Sacramento de la caridad" es una hermosa manera para explicar cuál es nuestra vocación más profunda como cristianos: la caridad.
  
Somos cristianos porque Dios nos ama, porque nos quiere rescatar del pecado, porque nos permite que seamos hijos, porque nos ofrece en Cristo el abrazo eterno de Su Misericordia.

Necesitamos creer, necesitamos celebrar, necesitamos vivir auténticamente estas verdades que nos permiten ser cristianos auténticos.

Para subrayar estas verdades el Papa Benedicto XVI ha redactado la exhortación apostólica dedicada a la Eucaristía, y que se titula precisamente "Sacramentum caritatis", el Sacramento de la caridad.

Esta exhortación recoge los resultados del Sínodo de los Obispos que se reunió en Roma en octubre de 2005. Con el Sínodo finalizaba el Año de la Eucaristía (octubre de 2004 - octubre de 2005), convocado por el Papa Juan Pablo II pocos meses antes de morir, y concluido por el Papa Benedicto XVI. Ese año quería ayudarnos a revitalizar el sentido profundo del Sacramento central de nuestra fe: la Eucaristía.

"Sacramentum caritatis" se coloca en el marco de una serie de documentos que la Iglesia nos ha ofrecido en los últimos años sobre el tema eucarístico. Entre ellos hemos de recordar dos relativamente reciente, la encíclica de Juan Pablo II "Ecclesia de Eucharistia" (17 de abril de 2003), y la Instrucción "Redemptionis Sacramentum" (25 de marzo de 2004), que nos invitaba a vivir con mayor conciencia y fidelidad la liturgia eucarística.

La exhortación "Sacramentum caritatis" vio la luz el 13 de marzo de 2007, si bien la fecha en la que fue firmado el documento era el 22 de febrero de 2007. Está dividida en tres partes, que tocan estos temas: creer, celebrar, vivir la Eucaristía.

La primera parte, "Eucaristía, misterio que se ha de creer", presenta los principales contenidos de la doctrina católica sobre el sacramento de la Eucaristía.

De modo profundo, el Papa hace ver la relación que existe entre la Trinidad y la Eucaristía, así como el carácter de sacrificio salvador que es propio de este Sacramento. También recuerda el vínculo estrecho que existe entre la Eucaristía y la Iglesia, siguiendo la doctrina del Concilio Vaticano II y las enseñanzas de la encíclica de Juan Pablo II "Ecclesia de Eucharistia", en la que se subrayaba cómo la Iglesia vive de la Eucaristía.

La primera parte no se limita a hablar del sacramento de la Eucaristía, sino que muestra el nexo que existe entre este sacramento y los otros sacramentos. En este contexto, el Papa Benedicto XVI ofrece ideas sumamente importantes sobre la necesidad de recurrir al sacramento de la Penitencia como parte del camino de conversión que todo cristiano debe realizar de modo continuo. También reflexiona sobre el valor del sacramento del Orden, sobre el celibato sacerdotal, y sobre la relación que se da entre el matrimonio y la Eucaristía. En este contexto, el Papa recuerda la necesidad de una buena preparación para el matrimonio, y toca el tema de los divorciados vueltos a casar, que no pueden participar en los sacramentos de la Iglesia mientras vivan en una situación objetivamente desordenada, y que necesitan del apoyo de los demás católicos para poder salir de la situación en la que se encuentran.

Al final de esta parte, el Papa habla de la relación entre Eucaristía y escatología, y entre Eucaristía y la Virgen María, pues María de Nazaret "es el modelo de cómo cada uno de nosotros está llamado a recibir el don que Jesús hace de sí mismo en la Eucaristía" (n. 33).

La segunda parte, "Eucaristía, misterio que se ha de celebrar", subraya la importancia de la belleza en la liturgia cristiana, como parte del "asomarse del Cielo sobre la tierra" (n. 35).

El Papa presenta las diversas partes de la misa y ofrece algunas reflexiones sobre las mismas, según las recomendaciones dadas por el Sínodo de los obispos. También recuerda la importancia de una participación activa de los fieles, así como del sentido auténtico de la adoración y de la piedad eucarística.

La tercera parte, "Eucaristía, misterio que se ha de vivir", ha sido bastante comentada por los medios de comunicación social, no siempre con el sentido adecuado. El Papa recuerda el sentido del domingo y la necesidad de promover una auténtica espiritualidad eucarística. Señala igualmente cómo desde la acogida de Jesús nace un impulso a vivir rectamente, lo cual lleva a la "coherencia eucarística", a un modo de pensar y de actuar que respete aquellos valores y principios que son centrales en el cristianismo (nn. 82-83).

Desde la Eucaristía surge el sentido de la misión, como una exigencia propia del amor hecho experiencia que necesita ser comunicado a los demás. "Lo que el mundo necesita es el amor de Dios, encontrar a Cristo y creer en Él", lo cual explica por qué la Iglesia es siempre misionera: "Verdaderamente, nada hay más hermoso que encontrar a Cristo y comunicarlo a los demás. (...) No podemos acercarnos a la Mesa eucarística sin dejarnos llevar por ese movimiento de la misión que, partiendo del corazón mismo de Dios, tiende a llegar a todos los hombres" (n. 84).

El amor recibido, el amor vivido, se convierte en caridad. Como dice el documento del Papa, "en la Eucaristía Jesús nos hace testigos de la compasión de Dios por cada hermano y hermana" (n. 88). Nace así un profundo sentimiento que nos lleva al servicio de la caridad y a un mayor compromiso social en favor de la justicia y de la paz (nn. 89-91).

Al final de la tercera parte el Papa anuncia que será preparado un Compendio eucarístico, en el que será recogida la doctrina católica para una "correcta comprensión, celebración y adoración del Sacramento del altar" (n. 93).

En la conclusión de "Sacramentum caritatis", Benedicto XVI evoca el ejemplo de tantos santos que han testimoniado una radiante piedad eucarística. Y suplica la intercesión de la Virgen María, de quien podemos aprender "a convertirnos en personas eucarísticas y eclesiales para poder presentarnos también nosotros, según la expresión de san Pablo, «inmaculados» ante el Señor, tal como Él nos ha querido desde el principio (cf. Col 1,21; Ef 1,4)" (n. 96).

Este documento del Papa es una bellísima ocasión para vivir más a fondo la experiencia cristiana, la alegría que nace del "reconocer que el Señor se queda entre nosotros, compañero fiel de nuestro camino" (n. 97). Así podremos ser realmente testigos del amor de Dios, desde la certeza de las palabras de Cristo que son citadas casi al final del texto: "Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (Mt 28,20).

Fuente: Catholic.net

lunes, 4 de noviembre de 2013

AH PROFESIÓN ESTA


Qué más puedo añadir, prefiero no criticar, mejor es que este jocoso ejemplo les diga todo lo que sus conciencias tengan en propia capacidad.

¡Dios los bendiga!

miércoles, 30 de octubre de 2013

LA VERDADERA Y FALSA FELICIDAD


Imagen modificada por el autor de este blog



No te exasperes por los malvados, 
no envidies a los que obran el mal: 
se secarán pronto, como la hierba, 
como el césped verde se agotarán. 

Confía en el Señor y haz el bien, 
habita tu tierra y practica la lealtad; 
sea el Señor tu delicia, 
y él te dará lo que pide tu corazón. 

Encomienda tu camino al Señor, 
confía en él, y él actuará: 
hará tu justicia como el amanecer, 
tu derecho como el mediodía. 

Descansa en el Señor y espera en él, 
no te exasperes por el hombre que triunfa 
empleando la intriga: 

cohibe la ira, reprime el coraje, 
no te exasperes, no sea que obres mal; 
porque los que obran mal son excluídos, 
pero los que esperan en el Señor poseerán la tierra. 

Aguarda un momento: desapareció el malvado, 
fíjate en su sitio: ya no está; 
en cambio, los sufridos poseen la tierra 
y disfrutan de paz abundante. 

El malvado intriga contra el justo, 
rechina sus dientes contra él; 
pero el Señor se ríe de él, 
porque ve que le llega su hora. 

Los malvados desenvainan la espada, 
asestan el arco, 
para abatir a los pobres y humildes, 
para asesinar a los honrados; 
pero su espada les atravesará el corazón, 
sus arcos se romperán. 

Mejor es ser honrado con poco 
que ser malvado en la opulencia; 
pues al malvado se le romperán los brazos, 
pero al honrado lo sostiene el Señor. 

El Señor vela por los días de los buenos, 
y su herencia durará siempre; 
no se agotarán en tiempo de sequía, 
en tiempo de hambres se saciarán; 

pero los malvados perecerán, 
los enemigos del Señor 
se marchitarán como la belleza de un prado, 
en humo se disiparán. 

El malvado pide prestado y no devuelve, 
el justo se compadece y perdona. 
Los que el Señor bendice poseen la tierra, 
los que él maldice son excluídos. 

El Señor asegura los pasos del hombre, 
se complace en sus caminos; 
si tropieza, no caerá, 
porque el Señor lo tiene de la mano. 

Fui joven, ya soy viejo: 
nunca he visto a un justo abandonado, 
ni a su linaje mendigando el pan. 
A diario se compadece y da prestado; 
bendita será su descendencia. 

Apártate del mal y haz el bien, 
y siempre tendrás una casa; 
porque el Señor ama la justicia 
y no abandona a sus fieles. 

Los inicuos son exterminados, 
la estirpe de los malvados se extinguirá; 
pero los justos poseen la tierra, 
la habitarán por siempre jamás. 

La boca del justo expone la sabiduría, 
su lengua explica el derecho; 
porque lleva en el corazón la ley de su Dios, 
y sus pasos no vacilan. 

El malvado espía al justo 
e intenta darle muerte; 
pero el Señor no lo entrega en sus manos, 
no deja que lo condenen en el juicio. 

Confía en el Señor, sigue su camino; 
él te levantará a poseer la tierra, 
y verás la expulsión de los malvados. 

Vi a un malvado que se jactaba, 
que prosperaba como un cedro frondoso; 
volví a pasar, y ya no estaba; 
lo busqué, y no lo encontré. 

Observa al honrado, fíjate en el bueno: 
su porvenir es la paz; 
los impíos serán totalmente aniquilados, 
el porvenir de los malvados quedará truncado. 

El Señor es quien salva a los justos, 
él es su alcázar en el peligro; 
el Señor los protege y los libra, 
los libra de los malvados y los salva 
porque se acogen a él.

Fuente: Salmo 36