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Llamar a la Eucaristía "Sacramento de la caridad" es una
hermosa manera para explicar cuál es nuestra vocación más profunda como
cristianos: la caridad.
Somos cristianos porque Dios nos ama, porque nos quiere rescatar del
pecado, porque nos permite que seamos hijos, porque nos ofrece en Cristo el
abrazo eterno de Su Misericordia.
Necesitamos creer, necesitamos celebrar, necesitamos vivir
auténticamente estas verdades que nos permiten ser cristianos auténticos.
Para subrayar estas verdades el Papa Benedicto XVI ha redactado la
exhortación apostólica dedicada a la Eucaristía, y que se titula precisamente "Sacramentum caritatis", el Sacramento de
la caridad.
Esta exhortación recoge los resultados del Sínodo de los Obispos que se
reunió en Roma en octubre de 2005. Con el Sínodo finalizaba el Año de la
Eucaristía (octubre de 2004 - octubre de 2005), convocado por el Papa Juan
Pablo II pocos meses antes de morir, y concluido por el Papa Benedicto XVI. Ese
año quería ayudarnos a revitalizar el sentido profundo del Sacramento central
de nuestra fe: la Eucaristía.
"Sacramentum caritatis" se coloca en el marco de una serie de
documentos que la Iglesia nos ha ofrecido en los últimos años sobre el tema
eucarístico. Entre ellos hemos de recordar dos relativamente reciente, la
encíclica de Juan Pablo II "Ecclesia de Eucharistia" (17 de abril de
2003), y la Instrucción "Redemptionis Sacramentum" (25 de marzo de
2004), que nos invitaba a vivir con mayor conciencia y fidelidad la liturgia
eucarística.
La exhortación "Sacramentum caritatis" vio la luz el 13 de
marzo de 2007, si bien la fecha en la que fue firmado el documento era el 22 de
febrero de 2007. Está dividida en tres partes, que tocan estos temas: creer,
celebrar, vivir la Eucaristía.
La primera parte, "Eucaristía, misterio que se ha de creer",
presenta los principales contenidos de la doctrina católica sobre el sacramento
de la Eucaristía.
De modo profundo, el Papa hace ver la relación que existe entre la
Trinidad y la Eucaristía, así como el carácter de sacrificio salvador que es
propio de este Sacramento. También recuerda el vínculo estrecho que existe
entre la Eucaristía y la Iglesia, siguiendo la doctrina del Concilio Vaticano
II y las enseñanzas de la encíclica de Juan Pablo II "Ecclesia de
Eucharistia", en la que se subrayaba cómo la Iglesia vive de la Eucaristía.
La primera parte no se limita a hablar del sacramento de la Eucaristía,
sino que muestra el nexo que existe entre este sacramento y los otros
sacramentos. En este contexto, el Papa Benedicto XVI ofrece ideas sumamente
importantes sobre la necesidad de recurrir al sacramento de la Penitencia como
parte del camino de conversión que todo cristiano debe realizar de modo
continuo. También reflexiona sobre el valor del sacramento del Orden, sobre el
celibato sacerdotal, y sobre la relación que se da entre el matrimonio y la
Eucaristía. En este contexto, el Papa recuerda la necesidad de una buena
preparación para el matrimonio, y toca el tema de los divorciados vueltos a
casar, que no pueden participar en los sacramentos de la Iglesia mientras vivan
en una situación objetivamente desordenada, y que necesitan del apoyo de los
demás católicos para poder salir de la situación en la que se encuentran.
Al final de esta parte, el Papa habla de la relación entre Eucaristía y
escatología, y entre Eucaristía y la Virgen María, pues María de Nazaret
"es el modelo de cómo cada uno de nosotros está llamado a recibir el don
que Jesús hace de sí mismo en la Eucaristía" (n. 33).
La segunda parte, "Eucaristía, misterio que se ha de
celebrar", subraya la importancia de la belleza en la liturgia cristiana,
como parte del "asomarse del Cielo sobre la tierra" (n. 35).
El Papa presenta las diversas partes de la misa y ofrece algunas
reflexiones sobre las mismas, según las recomendaciones dadas por el Sínodo de
los obispos. También recuerda la importancia de una participación activa de los
fieles, así como del sentido auténtico de la adoración y de la piedad
eucarística.
La tercera parte, "Eucaristía, misterio que se ha de vivir",
ha sido bastante comentada por los medios de comunicación social, no siempre
con el sentido adecuado. El Papa recuerda el sentido del domingo y la necesidad
de promover una auténtica espiritualidad eucarística. Señala igualmente cómo
desde la acogida de Jesús nace un impulso a vivir rectamente, lo cual lleva a
la "coherencia eucarística", a un modo de pensar y de actuar que
respete aquellos valores y principios que son centrales en el cristianismo (nn.
82-83).
Desde la Eucaristía surge el sentido de la misión, como una exigencia
propia del amor hecho experiencia que necesita ser comunicado a los demás.
"Lo que el mundo necesita es el amor de Dios, encontrar a Cristo y creer
en Él", lo cual explica por qué la Iglesia es siempre misionera:
"Verdaderamente, nada hay más hermoso que encontrar a Cristo y comunicarlo
a los demás. (...) No podemos acercarnos a la Mesa eucarística sin dejarnos
llevar por ese movimiento de la misión que, partiendo del corazón mismo de
Dios, tiende a llegar a todos los hombres" (n. 84).
El amor recibido, el amor vivido, se convierte en caridad. Como dice el
documento del Papa, "en la Eucaristía Jesús nos hace testigos de la
compasión de Dios por cada hermano y hermana" (n. 88). Nace así un
profundo sentimiento que nos lleva al servicio de la caridad y a un mayor
compromiso social en favor de la justicia y de la paz (nn. 89-91).
Al final de la tercera parte el Papa anuncia que será preparado un
Compendio eucarístico, en el que será recogida la doctrina católica para una
"correcta comprensión, celebración y adoración del Sacramento del
altar" (n. 93).
En la conclusión de "Sacramentum caritatis", Benedicto XVI
evoca el ejemplo de tantos santos que han testimoniado una radiante piedad
eucarística. Y suplica la intercesión de la Virgen María, de quien podemos
aprender "a convertirnos en personas eucarísticas y eclesiales para poder
presentarnos también nosotros, según la expresión de san Pablo, «inmaculados»
ante el Señor, tal como Él nos ha querido desde el principio (cf. Col 1,21; Ef
1,4)" (n. 96).
Este documento del Papa es una bellísima ocasión para vivir más a fondo
la experiencia cristiana, la alegría que nace del "reconocer que el Señor
se queda entre nosotros, compañero fiel de nuestro camino" (n. 97). Así
podremos ser realmente testigos del amor de Dios, desde la certeza de las
palabras de Cristo que son citadas casi al final del texto: "Yo estoy con
vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (Mt 28,20).
Fuente: Catholic.net